Al atletismo gallego le ha tocado la lotería de Navidad antes de que comenzase el otoño. El anuncio del regreso de Ana Peleteiro a Galicia para preparar el próximo ciclo olímpico es el mejor regalo posible a efectos de promoción y visibilización de un deporte tan clásico y venerado como necesitado de estímulos.
Galicia vive un momento dulce en materia atlética alcanzando cotas jamás soñadas y coleccionando internacionalidades, pero estaba acostumbrada a que sus atletas de élite siempre se movieran en la misma dirección: hacia la meseta en busca de mejores instalaciones, mejores condiciones y mejores resultados.
Sin embargo, ahora se da el camino a la inversa, lo hace la atleta gallega con mayor trascendencia de la historia. Además de única medallista olímpica (bronce en triple salto en los Juegos de Tokio). La vuelta a casa de Ana Peleteiro está cargada de buenos mensajes: en esta esquina de Europa también se puede preparar una atleta de primer nivel, Galicia ha dado un paso adelante en materia de infraestructuras (aunque las carencias siguen siendo múltiples) y, lo más importante: las nuevas generaciones de atletas podrán ver de cerca a su ídolo después de una década con visitas tan puntuales como esporádicas.
En lo personal, Peleteiro se asegura calidad de vida y tranquilidad para su familia y, especialmente, para su hija, Lúa, que podrá replicar la misma niñez que vivió su madre cinco lustros atrás correteando por las calles de Ribeira. Esa tranquilidad tendrá trascendencia en el día a día de la atleta y reportará notables beneficios cuando llegue el momento de la gran competición. El ciclo que ahora comienza y que tendrá su punto y final en el verano del 2028 será el más enxebre de todos. Seguro que el viento del Atlántico le empuja hasta los 15 metros.