No fue un partido excesivamente brillante. Los dos entrenadores y, por consiguiente, los dos equipos, fueron muy conformistas. Ni Atlético ni Real Madrid querían perder el partido y se acabaron imponiendo las defensas porque siempre había muchos jugadores por detrás del balón. Nadie quería encajar, no se asumían riesgos y no fue un partido excesivamente atractivo en el aspecto colectivo ni individual. Sobre todo en la primera parte.
Al encuentro le hacía falta que alguien marcase para que el otro espabilase y así se viese un fútbol más bonito y con alternativas. Lo que pasó es que, con el 0-1 de Militâo, Carlo Ancelotti fue todavía más conformista. Tras ponerse por delante, quitó a gente que potencialmente quería el balón, de ataque, y los recambios fueron defensivos. Fue todavía más conservador. Y el Madrid no es que se caracterice por defender bien, solo acumula gente, y el rival es capaz de llegarle siempre con facilidad. Tiene que mejorar mucho en ese aspecto.
El Atlético, en cambio, fue fiel al estilo de buscar la heroica. Y lo hace así porque no tiene tantos recursos a nivel individual como el Real Madrid. Los rojiblancos tienen que recurrir más al juego de equipo y a buscar acciones aisladas como la que le vimos en el gol. Por sí solo, no es capaz de generar un ataque suficientemente bueno como para hacer daño. Solo empuja e insiste metiendo balones arriba. No tiene esa calidad y ese desequilibrio con que sí cuenta el Madrid con jugadores como Vinicius o Rodrygo. Para ellos el empate, como fue, al final y casi sin ocasiones, es como una victoria.