La anulación del gol al jugador del Atlético, tema de debate desde el miércoles, es considerado por los árbitros como bien pitado, basándose en el reglamento, pero pueden hacerse otras consideraciones
A favor
Llorar, llorar y volver a llorar
Vale que el polaco Marciniak nos pareció a todos un marciano con el disparate de anular el penalti de Julián. Nadie lo vio, pero el VAR está para eso. Y es un disparate, sí, pero las quejas son para el verano, que es cuando se reúne el comité de las chorradas de la FIFA y la UEFA que dirige el vetusto Wenger. El gol fue anulado y noqueó a un Atlético tan frágil que, pese a tener todo a favor, con un campo lleno, el mejor equipo de la última década y hasta un gol a los 27 segundos, fue incapaz de apuntillar a su bestia negra, que salió al Metropolitano con numerosas bajas, Mbappé a medio gas y un Vinicius que parece tan desnortado que no se encuentra fuera del cariño hogareño del Bernabéu. El Cholo regaló 120 minutos esperando un zarpazo que podía llegar, sí, pero para el que no hizo más méritos que defenderse como gato panza arriba. Si en Lisboa fue un gol en el 93, en el Metropolitano fue un penalti disparatado. La leyenda del Pupas no es casual. No sé qué más tiene que pasar para que la suerte les sonría. Todos los eslóganes les salen de cine. Y los anuncios, ya ni te cuento. Pero la bronca al árbitro es la misma de la que se reían cuando los madridistas protestaban por los favores del noruego Ovrebo al dream team de Guardiola en Stanford Bridge. El Madrid ganó porque tiene un porterazo y porque cuando oye la musiquita de la Champions le entra un frenesí que parece que haya engullido la poción mágica en la que se cayó Obélix. El atlético más señero, Luis Aragonés, decía que el fútbol era ganar, ganar y volver a ganar. Simeone prefiere llorar, llorar y volver a llorar. Una pena.
En contra
¡Qué Varbaridad!
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, ya puede dar por terminadas todas las teorías de la conspiración sobre el odio de la UEFA al madridismo, tras su revuelta por el intento de creación de una liga europea. Le encanta expandir esas inexistentes persecuciones al indiscutible rey de Europa. Quedó nítido tras el penalti inaudito anulado a ese jugadorazo que es Julián Álvarez. La norma es clara. Pero da igual las veces que se vean repetidas las imágenes sobre si, con el resbalón, el jugador tocó dos veces el balón. Es imposible apreciarlo. Resulta difícil hasta con una lupa saber si toca primero con un pie o con el otro, o con los dos. Solo el árbitro genial del VAR supo discernir que el gol debía ser anulado para seguir aumentando las apreciaciones que siempre favorecen a los blancos. Cierto es que Simeone nunca va a volver a tener en un partido tan importante al Madrid a su merced. No hizo los cambios antes, con los que sin duda los hubiese rematado. Prefirió llevar, muy en su línea, el sufrimiento hasta el exprimidor de los penaltis. Todos sabemos cómo va a terminar esta Champions, con el Madrid campeón en Múnich. Sé que el madridismo es una religión. Pero no entiendo cómo no se aburren de ganar siempre al límite de las reglas. Cómo no se hartan de que hasta los rebotes y los largueros les favorezcan. Ni el merengue más merengue vio en su vida ese penalti inaudito, resuelto a su favor. Ni en décadas de fútbol. Estaba demasiado en juego para que no se interpretase la norma. Del espectáculo bochornoso final de Vinicius, solo decir que esa camiseta no merece a un jugador que disfruta con la burla.
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