La artificiosidad del fútbol

Antía S. Aguado TINTA MORADA

DEPORTES

ADAM VAUGHAN | EFE

05 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Competitividad. Eso es el fútbol. Eso es lo que transmite. Y, precisamente por eso, llama tanto la atención una relación como la de Jürgen Klopp y Arne Slot. No es lo habitual que exentrenador y técnico de un mismo equipo mantengan esa conexión tan natural en un deporte en el que imperan cada vez más los odios y la hipocresía.

Estos últimos días han regalado una clase de educación. De respeto. De todo aquello que debería ser el fútbol, y que no es. El pasado mayo Jürgen cerraba su exitosa etapa en el Liverpool. Parecía el fin del mundo en un Anfield repleto de incertidumbre entorno al nuevo entrenador. Era Arne Slot. Un neerlandés poco conocido que les ha llevado a ganar la Premier de nuevo. Llegó avalado por su antecesor en una imagen inédita: micrófono en mano, Klopp coreó el nombre de su sucesor por primera vez en el estadio Red. «Arne Slot, la, la la, la» se volvió emblema en un Anfield que posee el himno por excelencia.

Once meses más tarde, el neerlandés le devolvió el guiño cantando el nombre del alemán. Pongámonos en situación. Acabamos de ganar el título de liga. Estamos en plena celebración y... ¿nos acordaríamos de nuestro predecesor? Esa imagen es oro puro. Al igual que lo fue la contestación de Slot al ser preguntado por quién había sido la persona más famosas que le había felicitado. «Jürgen». Quién sino. No esperaba otra respuesta.

Hechos como estos no son lo normal. Como tampoco lo fue la honestidad y autocrítica de Imanol Alguacil hace un par de días en sala de prensa. «Quería renovar, pero no he ganado lo que tenía que ganar». Chapó.

¿En qué momento toda esta naturalidad ha pasado a sorprendernos? El fútbol se ha convertido en una burbuja de artificiosidad. Movimientos y declaraciones hechos de cara a la galería. Alejando a los jugadores de los aficionados. O lo que realmente son: a las personas de las personas.