
Sin Pogacar, dictador en el 2024, ambos parten como favoritos en una carrera tan dura como siempre y con un pronóstico más abierto
08 may 2025 . Actualizado a las 18:34 h.Por razones diferentes, el libro de ruta del Giro de Italia se llama Garibaldi, como la taberna de Pablo Iglesias en Lavapiés, aunque a los dirigentes de la carrera se les ocurrió muchos años antes y además para resaltar la figura de un aventurero autóctono.
El escritor italiano Dino Buzzati llamaba garibaldinos sin bayoneta a los ciclistas, porque como el militar que nació en Niza, sus andanzas por la península itálica unificaban el país. Por eso también al libro de ruta del Giro se le puso ese nombre en 1961, el año del centenario de la unificación de Italia. Su clima, el de la carrera, y no solo en términos meteorológicos, envuelve a quienes se acercan a él.
El Tour se puede amar al primer vistazo u odiar profundamente; la Vuelta, por mucha emoción que tenga, no acaba de alcanzar el clímax, pero el Giro es fascinante. Es una carrera tan deliciosa como caótica. Ante la cerrazón total del Tour, donde cualquier orden es de obligado cumplimiento, el Giro todavía permite buscar atajos, encontrar recovecos en los que colarse.
Frente a los cuadriculados franceses que organizan la mejor carrera del mundo, los divertidos italianos se lo toman en serio, pero no tanto como para que la fiesta parezca demasiado rígida e impostada. El primer Giro es como el primer amor, nunca se olvida, porque puede ser alegre, divertido, impetuoso, desagradable, impulsivo, aburrido. Como una relación.
Por eso, la carrera que comienza este viernes será, como siempre, digna de seguir de cerca. Después de la tiranía que impuso el año pasado Tadej Pogacar, que no dejó de ser también una manera de observar dónde podían estar sus límites, la edición de 2025 se vuelve mucho más abierta, porque entre el ramillete de favoritos no se identifica a un posible vencedor por aplastamiento, como sucedió con el esloveno.
Estará su compañero Juan Ayuso en la salida de Dürres, en Albania, otro de esos inicios exóticos que comienzan a llenar las casi 500 páginas del Garibaldi. El ciclista español parte como favorito. Cuatro victorias le contemplan este año, en la Faun Drome francesa, el trofeo Laigueglia y la Tirreno-Adriático, en el que además ganó la etapa con final en Frontignano.
También ganó en Montserrat, en la Volta, en la que acabó segundo. «Después de haber corrido en un equipo italiano antes de ser profesional y ganar el Baby Giro en el 2021, siento una conexión especial con Italia», asegura.
«El objetivo es mantener la racha de principio de año. Tenemos el equipo más fuerte de la carrera y ésta es nuestra mayor fortaleza. Tenemos fuertes rivales, especialmente Roglic, pero estamos listos para el desafío». Es precisamente Primoz Roglic el corredor más sólido y con más experiencia ganadora en grandes vueltas de quienes se presentan este viernes en la salida.
Cuatro victorias en la Vuelta y una maglia rosa adornan el palmarés de quien sería el ciclista esloveno más grande de la historia si no hubiera surgido el fenómeno Pogacar unos años después. «No estoy a favor» Roglic corre el Giro pese a la opinión en contra de su preparador en el Bora, Marc Lamberts. «Primoz fue quien tomó la decisión final de apuntarse tanto al Giro como al Tour.
Hablamos mucho al respecto, pero, siendo sincero, no estoy a favor», confiesa, aunque reconoce que llega al Giro «con mucha menos presión». «No le importa en absoluto añadir otra Vuelta o Giro a su palmarés. Ha encontrado mucha paz interior, mucho más que hace años. No necesita nada más. Pero cuando corre, sigue dándolo todo».
Roglic y Ayuso se vieron las caras en la Volta. Fueron primero y segundo después del valiente ataque del líder del Bora en la última subida a Montjuic. El elenco del Giro se completa con otros cuatro ganadores de la carrera: Nairo Quintana, Jai Hindley, Egan Bernal y Richard Carapaz.
También con aspirantes como Adam Yates, Tom Pidcock, Wout van Aert, Mads Pedersen y Antonio Tiberi, e ilustres como Mikel Landa y Pello Bilbao. Mikel Landa contempla ganar una etapa y luchar por la general como principales objetivos de su presencia en Italia. «Con lo primero ya me daría por satisfecho porque llevo tiempo sin levantar los brazos. El podio es más complicado, aunque habrá que intentarlo».
Desde Albania hasta Roma, ciudad de llegada, se disputarán 3.443,3 kilómetros de carrera en 21 etapas, dos de ellas contrarreloj, ocho de media montaña y cinco de alta montaña, con la mayor dureza concentrada en la última semana, aunque ya en la undécima etapa los ciclistas deberán ascender San Pellegrino, con rampas del 19%, y en la decimoquinta, el Monte Grappa.
La última semana
Con las fuerzas justas, los ciclistas afrontarán en la etapa 17ª el Passo Tonale, una pared de 15 kilómetros con una pendiente media del 6% que alcanza los 1.883 metros de altitud; después el ya clásico Mortirolo, aunque desde la vertiente de Monno, considerada la más accesible.
12,6 kilómetros con rampas que alcanzan hasta el 16%. En la decimonovena etapa, la ruta se eleva desde Biella en el Piamonte hasta los confines del Valle de Aosta, escalando tres gigantes y un último muro. El Colle Tzecore será la primera emboscada, con su pendiente irregular y sostenida. No habrá respiro antes de afrontar el Saint-Pantaléon, un puerto largo y tendido, que castiga con rampas duras al final.
Luego llegará el Col de Joux, otra subida que se cobra su precio con cada curva. La vigésima etapa es la sentencia. Con más de 200 kilómetros y tres ascensiones, será un día de supervivencia. Primero, el Colle del Lys, que desgasta con su longitud; luego la Finestre, permanentemente en duda, porque todavía tiene un metro de nieve en la carretera de acceso. Más de 18 kilómetros de subida con una media del 9,2% y los últimos 8 kilómetros sin asfalto, sobre grava. Y con las fuerzas ya muy justas, llegará el ascenso final a Sestriere.