
El ciclista alavés sufre una dura caída a cinco kilómetros de la meta de Tirana y abandona la corsa rosa en una etapa que ganó Mads Pedersen
09 may 2025 . Actualizado a las 19:41 h.Casi sin empezar, a Mikel Landa se le acaba el Giro. Abruptamente, después de una caída brutal cuando solo quedan cinco kilómetros para la llegada en Tirana. Desciende la tachuela de Surrell, y a máxima velocidad, en una curva engañosa de trazada amplia pero que se comienza a cerrar un poco, choca contra el bordillo de la acera que se abre a un hueco de medio metro de profundidad junto a una lonja cerrada que, en albanés, se anuncia en venta. «Ocasión», dice el cartel.
Allí se va contra las jardineras de un bar cuyos parroquianos observan con estupor el accidente. Landa intenta levantar un poco el cuerpo, pero no puede, le duele mucho; se acurruca en posición fetal hasta que llegan las asistencias médicas. Cuando en la meta Mads Pedersen levanta los brazos por delante de Wout van Aert, a Mikel le están metiendo en una ambulancia, montado en una camilla y con collarín para proteger las vértebras cervicales.
Probablemente, a más de un ciclista, en días así, le han dado ganas de mandarlo todo al carajo y poner una librería o una tienda de chucherías. Preparan durante meses una carrera, entrenándose, haciendo test y concentraciones, yendo al gimnasio, atendiendo a los controladores antidopaje de la UCI a cualquier hora del día y de repente aparece un bordillo al inicio de una curva, y hay que echar el calendario dos meses hacia atrás y comenzar de nuevo. Desde cero.
Es eso o poner la librería, o la tienda de chuches. Es el sino de Mikel Landa, que lleva decenas de reseteos. Otra desgracia más en una hoja de servicios plagada de incidencias. Heridas de guerra que se acumulan después de tantos años, como la fractura de clavícula y costillas de la Itzulia del año pasado, cerca de Urkiola, un día después de salvar la gran catástrofe de los líderes, aunque es en el Giro donde más ha padecido el ciclista alavés.
En el 2021, en la quinta etapa, el choque de Dombrowski con el policía que señalizaba una isleta arrastró a Mikel en su caída. Tuvo que abandonar y también fue trasladado en ambulancia al hospital. En el 2017, una moto mal estacionada en la cuneta, poco antes de afrontar la ascensión al Blockhaus, se llevó por delante a Geraint Thomas y a Landa, que llegó a más de 20 minutos del ganador de la etapa.
Un año más tarde, otra caída en la Clásica de San Sebastián, a 19 kilométros de la meta, le produjo una fractura sin desplazamiento de la apófisis espinosa de la vértebra lumbar. En el Tour sufrió tres accidentes, el primero en la etapa de Roubaix de 2018, al chocar con una alcantarilla. Una fisura de vértebra le condicionó el resto de la carrera. En el 2019, en la décima etapa, cerca de la meta en Albi, Warren Barguil perdió el equilibrio tras tocar la rueda de Alaphilippe y empujó involuntariamente a Landa, provocando su caída. No sufrió lesiones, pero perdió más de dos minutos.
En el 2023, en la octava etapa, a seis kilómetros de la meta en Limoges, se vio involucrado en una caída junto a Simon Yates. Aunque pudo continuar en carrera, perdió 47 segundos respecto al grupo principal y bajó al decimocuarto puesto en la clasificación general. Hace solo dos días renovaba Landa su contrato con el Soudal, y apuntaba: «Me gustaría subir al podio del Giro de Italia. Es mi sueño y lucharé por él». Se acabó lo que se daba. «Tengo una relación de amor-odio con la carrera, con muchos momentos bonitos y también algunos difíciles». Premonitorio.
Victoria de Pedersen
Mientras le subían a la ambulancia, Pedersen y Van Aert luchaban por la maglia ciclamino, aunque el ganador se iba a vestir de rosa, que es el color del Giro, el de las páginas de La Gazzetta dello Sport, el periódico organizador, como el amarillo era el color de las páginas de L'Auto, el diario deportivo que se inventó el Tour. La Gazzetta y el rosa son dos de los tres ángulos de un triángulo.
Pero pronuncien la palabra ciclamino y cualquier aficionado al deporte sabrá que están hablando del Giro de Italia. Ciclamino (dígase chiclamino), algo que cuesta menos que pronunciar malla cuando se escribe maglia, suena a poesía sobre dos ruedas. Parece una palabra inventada a la medida del Giro. Henry Desgrange decía que los Pirineos y los Alpes los había puesto Dios para que por allí se corriera el Tour de Francia, Y eso mismo ocurre con ciclamino.
Quien denominó así por primera vez a una flor que en español se llama malva, parecía estar pensando en los llegadores del Giro, en la clasificación por puntos desde 1970, y así fue hasta el 2010, cuando Angelo Zomegnan, que había sido jefe de la sección de ciclismo en La Gazzetta y pasó a dirigir la carrera, decidió cambiarlo. Aunque Angelo tomó bastantes decisiones acertadas, esa no fue una de ellas.
Jubilado ya, los nuevos rectores tomaron otros caminos, así que en la centenaria edición de la carrera decidieron teñir otra vez de malva el jersey de la regularidad, volver a la normalidad en consecuencia. Recuperar el sintagma adjetival es recuperar parte de la esencia del Giro, la pasión por el ciclamino, la que empuja a Mads Pedersen, que se impuso por un tubular a Van Aert, que luchará por arrebatarle ese color al ciclista danés. Aunque en realidad, será Van Aert quien lo lleve en la contrarreloj de este sábado, porque su rival vestirá un rosa efímero. Serán 13,7 kilómetros con salida y llegada en Tirana y un recorrido complicado, con la ascensión a Sauk en el kilómetro 8 como dificultad.