
Tuvo a los mejores maestros: aprendió de Heynckes, de Guardiola y de Ancelotti, al que ahora sustituye en el banquillo del Real Madrid
09 may 2025 . Actualizado a las 19:00 h.No hace tanto tiempo todavía disfrutábamos de Xabi Alonso (Tolosa, 1981). De su visión de juego. De su cuidado a la hora de mover el balón. «Lo viví. Lo amé. Adiós, hermoso juego». Así se despidió. Sencillo y discreto. Ahora nos toca deleitarnos desde otra perspectiva: con él en la banda. Tuvo a los mejores maestros. Aprendió de Heynckes, de Guardiola y de Ancelotti, al que ahora sustituye.
Heredó de su padre, Perico, la pasión por el fútbol. Y creció con la ambición de emular sus pasos. Pero su deseo de llegar a la Real Sociedad no lo vivió en solitario. Amigo y compañero desde la infancia, Mikel Arteta y él coincidieron en el Antiguoko, testigo de su crecimiento. Ese nexo que unió a dos de los entrenadores del momento. Xabi siguió hasta juveniles, cuando dio el paso a las categorías inferiores del equipo txuri-urdin. Mikel se marchó al Barça en cadetes.
En 1999 el de Tolosa debutó con la Real, bajo la mirada de un entrenador que también ejercía de padre fuera del verde. Pero no fue hasta la llegada de Toshack cuando empezó a contar de verdad. «Lo metí en la primera plantilla. Empecé dándole retos, pero enseguida me di cuenta de que tenía cosas que no había que enseñarle: visión, concentración, saber estar... En casa respiraba fútbol», admitió en Marca.
Su talento despertó el interés de grandes clubes como el Liverpool, el Real Madrid y el Bayern de Múnich, donde desarrolló toda su carrera. De reto en reto, y de título en título: Ligas de Campeones, Supercopas, Bundesligas... Hasta que en el 2017, y con un Mundial y dos Eurocopas como batuta de España, se despidió del verde para enfocarse en los banquillos.
Comenzó de forma discreta. Dirigiendo al filial de su Real Sociedad, al que ascendió a Segunda 60 años después. Y de ahí, a la élite. Llegó en el 2022 a un Bayer Leverkusen sin prácticamente historia. Formó un equipo reconocible basado en la velocidad y en el dinamismo y al que llevó a proclamarse campeón de la Bundesliga alemana —el primer título liguero del club—, de la Copa y de la Supercopa. «Junto a él hemos escrito una historia de éxito nunca vista en el fútbol alemán, ganando la liga sin conocer la derrota. Fue un embajador excepcional», subrayó Werner Wenning, presidente de la junta de accionistas del Bayer. Todavía le quedan dos partidos, pero en Leverkusen ya saben que le van a echar de menos.
Comparte su afición por el fútbol con la pesca y la música, especialmente la de Quique González. Pero, sobre todo, le gusta pasar tiempo en familia. «Es maravilloso verlos crecer y compartir momentos con ellos fuera del campo. Hago lo imposible para estar presente en su vida», desveló en una entrevista en referencia a sus tres hijos, Jon, Ane y Emma. El respaldo incondicional de un Xabi que volverá a hacer las maletas. Aunque regresa a la que un día fue su casa. Un Madrid que ya espera ansioso a este «caballero del fútbol», que diría Rummenigge.