Mads Pedersen se descuelga para ganar en Matera

JON RIVAS COLPISA

DEPORTES

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

El líder consigue su tercera victoria en el Giro después de sufrir para aguantar el ritmo de cabeza a falta de dos kilómetros

14 may 2025 . Actualizado a las 20:07 h.

En las cuestas de Matera aparece el líder, Mads Pedersen, y ¡bum! Gana una etapa que en principio no era para él. Todo el día de trabajo se resume en los tres kilómetros finales en los que, con su jersey rosa a cuestas, el danés se va descolgando en las rampas del 10 % de desnivel ahogado en un terreno que no es el suyo, pero los aspirantes a levantar los brazos le minusvaloran, se miran, se vigilan y bajan el ritmo. Ideal para el líder, que recupera el resuello y su sitio en la cabeza, y cuando quedan 200 metros pocos dudan ya de su victoria, la tercera antes de que se cumpla la primera semana.

«Fueron 20 kilómetros increíbles y sufrí mucho en la última subida, así que era una etapa muy, muy difícil y no estaba seguro», comentaba. «Sabía que al llegar a la cima, incluso un poco retrasado, quedaría un grupo pequeño que lucharía por la victoria, pero lo pasé muy mal. Gasté mucha energía para volver a la rueda de Vacek. Tuve que gastarla para remontar y al menos pelear para ganar».

Tuvo fe, más que otros. No entraba en los pronósticos que en la ciudad de los Sassi, las casas trogloditas excavadas en la tierra, los cortados de roca que sujetan los límites y la sabrosa crapiata, Pedersen pudiera repetir y volver a subir al podio como vencedor de la etapa, pero se durmieron sus rivales y pagaron caro el exceso de confianza.

Como en la historia de la antigua ciudad de la Basilicata, que no se edificó como cualquier otra, piedra sobre piedra, sino vaciando las rocas, Pedersen construyó su victoria también a la contra. No puso a su equipo a controlar los kilómetros finales, al estilo clásico, sino que remontó para ganar.

Escapada controlada

El pelotón no se durmió, pero dormitó durante muchos kilómetros, cuando permitió que un ilustre como Milesi, el corredor del Movistar, se metiera en una fuga reducida junto a Giosué Epis (Arkea) y Davide Bais (Polti). Muchos kilómetros sin reacción detrás, y el trabajo de los de delante, que a falta de 50 kilómetros se quedaron en dos, Milesi y Bais. Como Paul Newman y Robert Redford en los papeles de Butch Cassidy y Sundance Kid en Dos hombres y un destino, se lanzaron al vacío en una aventura que casi nunca prospera y esta vez se quedó a 15 kilómetros de meta.

Cuando hila tan fino el pelotón, al espectador neutral le queda un punto de desasosiego, la desazón de haber empujado, frente al televisor, a los ciclistas escapados, y no haber conseguido que ninguno de los dos pudiese ganar. Daba lo mismo quién fuera. En ese momento, el aficionado espera, que como cualquier película, tenga un final feliz. La de Redford y Newman no lo tuvo, la de Milesi y Bais, tampoco. Quienes más se lamentaron fueron ellos mismos, aun a sabiendas de que también eran los más conscientes de que las probabilidades de acabar bien eran ínfimas, pero claro, después de tener al pelotón a más de un minuto durante muchísimos kilómetros, siempre queda un resquicio de esperanza.

Atravesando las tierras que Carlo Levi describió en su novela Cristo se paró en Éboli, como si de un viaje al principio de los tiempos se tratase, y que ideó en sus tres años de destierro, todos los ciclistas iban con la cabeza puesta en esos tres kilómetros finales. Asoma Roglic Por eso el UAE se puso a ratos en cabeza para preparar a su líder Juan Ayuso, y Pello Bilbao, agotado, se dejó caer a la cola del pelotón cuando terminó su trabajo y enfiló hacia la cabeza a Antonio Tiberi.

Otros, como Roglic, hicieron el amago de apretar el paso y llegaron a poner en fila al pelotón, del que Pedersen se descolgó, sin remedio parecía, cuando las rampas se hicieron más exigentes.

Pero al acabar la cuesta, descender unos metros y enfilar, otra vez en una ligera ascensión, el último kilómetro, el cálculo se impuso al riesgo, nadie quiso dar una pedalada de más y en esto apareció el líder, tan fácil de detectar con su vestimenta rosa, y quienes especulaban hasta entonces se percataron de que sus posibilidades de sacar beneficio empezaban a ser nulas. Así que habrá que hacer caso de las palabras del ganador, que amenaza con repetir.

«¡Menudo Giro tenemos y qué equipo tengo a mi alrededor!», asegura. «Cada día intentamos ganar, y lo intentaremos de nuevo mañana». En Nápoles. Ya sabe lo que es vencer, lo hizo vestido con el maillot arcoíris. Ese año, el club de fútbol que venera a Maradona ganó la liga, como está a punto de hacer otra vez.