La segunda jubilación de Ranieri: «Nunca volveré a dirigir un equipo»

DEPORTES

ANGELO CARCONI

El técnico regresa a un retiro que anunció tras salvar al Cagliari hace un año y que interrumpió con la llamada del Roma, al que deja en Europa

02 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En mayo del 2024, Claudio Ranieri (Roma, 1951) anunció su retirada de los banquillos tras un último servicio al Cagliari, al que había ascendido a la Serie A y con el que acababa de conseguir la permanencia. «Espero haber sido un digno representante. Será mi último partido y os abrazaré cariñosamente». Ranieri había decidido retirarse en el club de Cerdeña. Cerrar su círculo. Llevaba entrenando en el máximo nivel desde 1988, cuando llevó al Cagliari de la tercera categoría hasta la élite. «Ya sabéis cuánto miedo tenía de volver. Las cosas no iban bien y yo no quería venir, muchos me insistieron. Luego leí las palabras de Gigi Riva, que decía que Claudio era uno de los nuestros. Entonces elegí correr el riesgo. Ahora prefiero irme así y no cuando las cosas no vayan bien». Había cumplido 72 años y tenía uno más de contrato. «Lo dejo, me gustaría que me recordéis como una persona positiva, que ayudó en lo que pudo». Ranieri tenía pánico a una despedida traumática.

Llevaba seis meses retirado cuando el pasado noviembre su teléfono sonó. Era su Roma. El club que lo vio debutar en la Serie A en su etapa de jugador de la mano de Helenio Herrera y que ya había dirigido en dos etapas. En los apenas cuatro meses que llevaba de temporada, el club había despedido a dos entrenadores, Daniele De Rossi e Ivan Juric, y se codeaba con los puestos de descenso. Ranieri contempló el escenario como una emergencia y aceptó abandonar su retiro. «Hace 60 años, yo era uno más en la grada. Nací romanista y siempre lo seré». Cuando llegó, el vestuario estaba hecho añicos. «Lo que tiene que hacer este equipo es convertirse en equipo». Estuvo invicto del 15 de diciembre al 12 de mayo. Si solo contara la segunda vuelta, su Roma habría ganado el scudetto. Pese a la lesión de Dybala, acabó quinto, en plaza de Europa League, a un solo punto de la Juve en Champions.

En su último partido como local en el Olímpico, ante el Milan, la Curva Sud desplegó un gran tifo en colores amarillo y rojo con el nombre de Ranieri junto al escudo. «Un gran líder.... un verdadero romanista», decía el mensaje, que se convirtió en cántico coreado al unísono. Junto a sus nietos, Ranieri aplaudió hacia el cielo y se llevó varias veces la mano al pecho. Apenas fue capaz de dirigir unas palabras: «Buenas noches a todos. Gracias. Os pedí ayuda para hacer algo bueno todos juntos. Estoy orgulloso de estos chicos que me han seguido desde el primer día. Pero lo más importante es que habéis entendido que necesitábamos vuestro amor. Gracias, muchas gracias».

Gasperini, el sustituto elegido

El club, que ya había iniciado contactos para relevarlo con Gian Piero Gasperini, tras desvincularse del Atalanta, le regaló a Ranieri una escultura de la Loba, el símbolo de la ciudad eterna. «Podía imaginarme una pancarta, pero nunca todo esto. Tengo la piel de gallina, soy muy afortunado». Acabó dando una vuelta de honor sobre el césped. Horas después, lo entrevistó la RAI. «Después de retirarme, llegaron ofertas. No quise saber nada. Me dije: ‘Si me llaman Cagliari o Roma, iré’. Luego me arrepentí», contó.

La pregunta quedó botando. «Entonces, si le vuelven a llamar, ¿volverá?», le espetó el periodista. Ranieri negó tajante. «No, no. Nunca más volveré a entrenar a un equipo. Creo que es lo correcto. Ya ha estado bien así».

El hijo de carniceros que logró la mayor proeza de la Premier

Los orígenes de Claudio Ranieri se ubican en el Testaccio, un antiguo barrio industrial de Roma a las orillas del Tíber en el que su padre abrió como negocio familiar la carnicería en la que acabaron trabajando su madre y sus hermanos. Casado con Rosanna, una doctora, la trayectoria futbolística de Ranieri, que empezó como delantero y acabó de defensa, fue bastante discreta. Como técnico, debutó en tercera con el Cagliari y alcanzó su mayor proeza en el 2016 al ganar la Premier con el modesto Leicester, que la temporada anterior, recién ascendido, había coqueteado con el descenso.

La mayor gesta en la historia del fútbol inglés empezó con un vídeo grabado en Tailandia, en el que tres jóvenes futbolistas vejaban a tres chicas tailandesas. Uno de ellos era James Pearson, hijo del entonces técnico del Leicester Nigel Pearson. El propietario del club, el también tailandés Vichai Srivaddhanaprabha, un empresario que se hizo millonario con los duty free de los aeropuertos asiáticos, se vio obligado a despedirlo.

Así llegó Ranieri en julio del 2015. Con un once que no costaba ni 30 millones, menos que muchas estrellas de la Premier, salió campeón. Como referencia, Jamie Vardy, un delantero que había llegado a pasar por el calabozo, que llevaba una tobillera para estar permanentemente localizado, y que cinco años atrás trabajaba en una fábrica y se entrenaba con un equipo de regional.

El Leicester, que había jugado la víspera, esperaba un pinchazo del Tottenham a dos jornadas del final para ganar la Premier. La ciudad aguardó en vilo en las calles. Ranieri prefirió marcharse al Testaccio para comer con su madre, que tenía 96 años. El instante en el que el Leicester ganó la única liga de su historia le cogió en el avión de regreso. La FIFA lo reconoció ese año con el premio The Best. En su dilatada trayectoria, Ranieri se lleva también una Copa del Rey (1999) y una Supercopa de Europa con el Valencia (2004) y una Copa (1996) y una Supercopa de Italia (1996) con el Fiorentina.