Ajustar criterios según nos va el asunto

Pablo viz Otero

DEZA

10 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Es frecuente, y cada día más, escuchar a los indignados que se indignan desde las ondas y las columnas periodísticas, en relación a este devenir económico fatal, que se perdió el norte, que el dinero se convirtió en un fin en sí mismo frente a su papel de favorecer nuestra felicidad, que sería el objetivo a perseguir. Es para sonrojarse porque potenciamos desde todos los frentes el consumismo y luego cuando el consumo, el dinero y los mercados son nuestro sin vivir nos acordamos de Santa Bárbara porque truena. Hace mucho tiempo que venimos ajustándonos a los cambios de ritmo del agro a la industria y a los servicios. Cambia el ritmo de vida, se convierte la pausa en velocidad, la soledad en masificación y el clima en un problema porque siempre viene cruzado con el minuto libre que tenemos. Tanto es así que la vida cotidiana nos ofrece argumentos semejantes justificativos de costumbres y tradiciones no científicas. Existe un ejemplo de máxima actualidad. La luna, el viento, el frío o el calor marcaron históricamente las jornadas de matanzas caseras de cerdos. Luego vinieron expertos a mostrar que todo eso no servía para nada e incluso hay quien se lo cree. Pero finamente, ni se atiende a razones de tradición ni a razones de científicos que la cuestionan, se ciñe el pueblo a la economía, a los días de ocio o a las jornadas festivas. Porque cambió el ritmo de vida y puentes como los de la Constitución y la Inmaculada se ajustan como anillo al dedo para la gran matanza comarcal del cerdo, sople solano o nordés, es igual. Y todos tan anchos como al criticar ahora el amor al dinero.