La rapa das bestas se hace más planetaria

Javier Benito
javier benito A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

miguel souto

El silencio del curro de Sabucedo, sin aloitadores ni equinos durante el pasado fin de semana, contrasta con el júbilo del 2007 cuando la milenaria tradición fue declarada fiesta de interés turístico internacional

06 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El silencio se podía cortar con cuchillo este fin de semana en el curro de Sabucedo. Si agudizabas el oído resonaba algún eco en la cabeza -la autosugestión todo lo puede- de relinchos, de gritos de ánimo, de aplausos fervorosos y música tradicional. Costaba dirigir la mirada a las gradas sin público, a la arena sin las crines de los caballos, a los aloitadores sudorosos pero felices de mantener viva una tradición de más de cuatro siglos. Pero tocará esperar a finales de agosto para revivir con retraso esa vorágine de sensaciones que genera la Rapa das Bestas, aplazada por una pandemia que supuso su cancelación en el 2020, lo que nunca ocurrió ni tan siquiera en plena Guerra Civil. Pero aún sin esa lucha cuerpo a cuerpo sin vencedores ni vencidos, siempre hay que celebrar la relevancia de este ritual que, hace ahora catorce años, lograba la declaración de fiesta de interés turístico internacional.

Un reconocimiento que encumbraba a la Rapa das Bestas, capaz de atraer cada año a visitantes de todo el mundo y protagonizar reportajes en prestigiosos medios de comunicación. Comparte desde el 2007 ese distintivo que por entonces en Galicia solo ostentaban las celebración del Apóstol en Santiago, la romería vikinga de Catoira y el festival del mundo celta de Ortigueira. Tras alcanzar el póker de ases con la cita estradense llegarían ocho más, completándose la docena, con la Feira do Cocido de Lalín como última incorporación. En la provincia pontevedresa también lograron ese reconocimiento internacional el Corpus Christi de Ponteareas, la Arriba de la Pinta a Baiona o el Albariño de Cambados.

La declaración de fiesta de interés turístico internacional era un anhelo perseguido desde hacía años por la Asociación Rapa das Bestas y la pequeña parroquia de Sabucedo. Desde la secretaría general de Turismo del Gobierno central se justificaba esa decisión en la originalidad de esta fiesta, la conservación de tradiciones y costumbres ancestrales así como las excelentes infraestructuras, la antigüedad y diversidad de los actos o una promoción que supera las fronteras nacionales. Por aquel entonces el presidente del colectivo, Javier Quintillán, afirmaba a La Voz tras conocer la nueva etiqueta: «La Asociación Rapa das Bestas considera un honor formar parte de un club elitista formado por las fiestas que mejor representan lo más tradicional de Galicia».

Cada primer fin de semana de julio se vive esa lucha cuerpo a cuerpo entre aloitadores y equinos en el curro más famoso de los muchos que se celebran en Galicia. Una tradición grabada en el ADN de todos los vecinos de Sabucedo, que habita de por vida en sus corazones y que se enarbola con orgullo desde la infancia, cuando los más pequeños pierden el miedo con los potrillos. «Desde ese momento es como una droga para los vecinos de Sabucedo, no podemos prescindir de ello», afirmaba Javier Quintillán.

Detrás de esas dos, tres horas en que se prolonga esa pelea sin más armas que la inteligencia, la fuerza y el instinto subyace el trabajo de los 365 días del año. Desde la Asociación Rapa das Bestas se encargan del mantenimiento de los cierres, de vigilar los montes por donde campan salvajes los animales y evitar que causen daños en propiedades privadas, de evaluar la evolución de las manadas, los nuevos nacimientos,... Todo ello para preservar el futuro de los equinos en libertad, cada vez más diezmados por el impacto de los humanos, los incendios o con los parques eólicos y las líneas de alta tensión para la evacuación de la energía como nueva espada de Damocles sobre su pervivencia. La cabaña se ha diezmado en los últimos años en más de la mitad, con menos cuatrocientos ejemplares de la cabaña controlada desde Sabucedo.

Tramitación del BIC

La mirada está ahora puesta en la tramitación para la Rapa da Bestas de la declaración de Ben de Interese Cultural (BIC) con el que proteger este acervo etnográfico y patrimonio inmaterial. Supondría un espaldarazo institucional para conservar no solo la cita estival en el curro sino toda la labor aparejada de cuidar el hábitat de los animales todo el año. Un ritual del que se recogen alusiones en libros parroquiales ya en el siglo XVII y con el atrio de la iglesia como espacio para cortar las crines a las bestas antes de que se construyese el curro.

La leyenda cuenta que por entonces la peste asoló el interior de Galicia y dos hermanas de Sabucedo se encomendaron a San Lorenzo para que liberara a la aldea estradense de la enfermedad, ofreciéndole por su favor dos yeguas que soltaron en el monte. Ellas fueron el origen de las manadas salvajes del Santo. A finales de agosto perderán su libertad durante dos días, cuando se les haga descender hasta el valle para proceder a su desparasitación y cortado de las crines en el curro, ante un público entregado, antes de devolverlas a su hábitat.