El tentáculo que se alzó de la tapa de pulpo

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

DEZA

Diego Andrade

La casa consistorial de Lalín diseñada por Mansilla y Tuñón cumple una década. Fue un parto complicado, de cambios en el proyecto y sobrecostes, pero generó un edificio singular

24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Un acontecimiento singular quedó guardado para el recuerdo de los lalinenses cuando evocan las fiestas patronales de As Dores del 2013. Cuando el gobierno local con José Crespo al frente mantenía una tradición, más tarde llena de altibajos, de inaugurar alguna obra de relevancia. En esta ocasión tocaba alcanzar la cumbre más alta. Y no por la torre circular que asoma en O Regueiriño, sino porque se vestía de largo la casa de todos los lalinenses, el bautizado como castro tecnológico. Al fin y al cabo se trataba de la inversión más importante realizada en la historia de Lalín. Un consistorio para doscientos años, como insistió en más de una ocasión el regidor.

La consecución de este icono arquitectónico diseñado por el estudio de Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, inaugurado ese 20 de septiembre de hace una década, resultó un parto complicado. El edificio soñado por Crespo para el Lalín del siglo XXI vivió momentos de zozobra en su ejecución, pero ya la gestación tampoco fue fácil. Porque de la tapa de pulpo, de la concatenación a bajar altura de círculos concéntricos a semejanza de un castro, se decidió alzar un tentáculo en altura y recortar tajadas.

Detrás de esos cambios hubo múltiples factores, desde la obligación de adaptarse a las condiciones de la parcela existente para construir, pues el proyecto de Mansilla y Tuñón la desbordaba. Por otro lado el gobierno local quería visibilizar el edificio y se recortó a lo ancho para crecer a lo alto con una torre circular de 27 metros. Y, además, hubo que acometer otros ajustes por cuestiones económicas. Si se había fijado un tope de 6 millones de euros, de los del año 2004, para ejecutar la obra, la propuesta de los arquitectos afincados en Madrid casi lo duplicaba. Y aún con los cambios solo se redujo hasta los 9,8 millones.

La licitación de las obras demostró que se había apretado el cinturón económico hasta el último agujero, con una única oferta de una unión temporal de empresas con FCC y la firma lalinense Proinsa. En septiembre del 2006, de nuevo en un guiño a las fiestas patronales, se colocaba la primera piedra para ejecutar en 26 meses el edificio en 9,7 millones de euros. Ni el plazo ni el coste se llegaron a cumplir, con la crisis económica como telón de fondo. Se llevó a Proinsa por delante y FCC tuvo que acabar los trabajos, con etapas de parón importantes. Finalmente se recepcionaban en febrero del 2011, casi cinco años después de su inicio. El coste se estima que superó los 13 millones de euros, con un modificado de proyecto por el medio a finales del 2007. A mediados del 2011 comenzaron a trasladarse hasta allí los distintos servicios municipales.

Múltiples vicisitudes jalonan la icónica construcción, con libro propio y visitada por decenas de arquitectos. Referencia ineludible, majestuoso en sus estructuras de acero y cristal en distintas tonalidades de verde. Con la escalera helicoidal del vestíbulo como foco de interés, ya protagonista de anuncios publicitarios. Y se ha hecho acreedor de prestigios premios, que han puesto en el mapa a Lalín y a su castro tecnológico, además de enorgullecerse de la casa de todos.

Una inauguración por todo lo alto y repleta de políticosUna referencia con un coste elevado de mantenimiento

La inauguración oficial del castro teconológico se convirtió en un desfile de políticos, en un emotivo acto donde no faltó la música más tradicional, con las gaitas o la voz de Amancio Prada, pero también la batucada con Odaiko. Todo se midió al milímetro, con la recepción de autoridades, las firmas en el libro de honor del Concello y el descubrimiento de la placa conmemorativa por el entonces presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo. Tampoco faltó la bendición del edificio por el obispo lucense, Alfonso Carrasco Rouco, antes de discursos en el vestíbulo presidido por una pintura de grandes dimensiones de Antón Lamazares.

La consecución de este edificio de referencia internacional conlleva como contrapartida unos elevados costes de mantenimiento y funcionamiento. Por ejemplo en consumo eléctrico, generando en más de una ocasión debate político. También surgen problemas en cuestiones de climatización, tanto en verano como en invierno. Pero se consiguió aglutinar en un único edificio todos los servicios y evitar los múltiples alquileres que se abonaban antes.