«Me curo la gripe con un cocido»

LALÍN

Pinto & Chinto

El diseñador y empresario Florentino Cacheda descarta jubilarse y dejar Lalín. ¿Qué opina de la moda de los vaqueros rotos?. Aquí sus respuestas

27 feb 2018 . Actualizado a las 16:00 h.

A punto de cumplir los 80 años, Florentino Cacheda (Lalín, 1938) aparece hecho un pincel y con ganas de hablar. Me lleva a su despacho, en la fábrica que tiene en la capital del Deza, donde da rienda suelta a esa maravillosa libertad que proporciona la edad para decir lo que uno realmente piensa. Así da gusto.

-¿No piensa en jubilarse?

-En absoluto. Yo digo que los años no marcan a la persona, la condicionan. Lo importante es mantenerse activo. Hay gente cuyo objetivo es jubilarse; el mío es disfrutar con mi trabajo hasta que no pueda más. Tengo una casita con finca, chimenea y libro donde voy a veces porque la soledad es cojonuda... cuando es buscada, ja, ja.

-¿Nunca pensó en salir de Lalín?

-La mía es la tercera generación de sastres. Una vez, un cliente americano que llegó a vender el 70 % de mi producción, me ofreció montar una fábrica en Laredo. Y yo pensé: aquí en Lalín tengo a mi familia, mis amigos... A veces no se trata solo de la cuenta de resultados. A mí me gusta el pueblo.

-¿Cómo empezó?

-Pues yo hice la mili en El Pardo y allí había un escolta que era gallego. Cuando se enteró de que era sastre me propuso montar un tallercito. Me pasé toda la mili trabajando. Cuando tuve que jurar bandera, en la Castellana, me mandaron el último mes al pelotón de los torpes, ja, ja. Pero me ahorré 50.000 pesetas (300 euros) en la mili.

-Seguro que entonces era dinero.

-Pues prácticamente fue con lo que fundé la empresa.

-¿Qué le queda por hacer?

-Me queda todo, porque disfruto mucho con lo que hago. Mi ilusión ahora es robotizar la empresa, porque la robotización es el futuro. A mí me cuesta concebir la vida sin un objetivo, por eso los ochenta me cogen trabajando. Por eso y por el contrato que tengo con el de arriba, es un contrato por cien años. Y prorrogable, ja, ja.

-¿De qué se arrepiente?

-De muchas cosas, pero ninguna gorda. He sido consciente de mis valores... tenemos una casa en Sanxenxo donde coincidía con Ortega.

-¿Amancio Ortega?

-Sí, sí. Paseando por la playa me decía: «Florentino, no dejes pasar la oportunidad de poner tiendas propias». Pero bueno, ya le digo, no me arrepiento. La segunda tienda que puso, la puso en Santiago. Y el local se lo vendí yo. Para pagarlo propuso unas letras. Yo le dije: «Te las acepto si las avala el Banco Pastor», ja, ja. Puede ponerlo, seguro que le gustará leerlo.

-¿Mantiene la relación?

-No. Desde que se fue de Sanxenxo, ya no. Pero creo que sigue siendo la misma persona, que es lo que me hace valorarlo, porque los éxitos o los fracasos económicos son importantes pero no definitivos.

-¿La elegancia es un don, se educa...?

-Hay personas que tienen un don, es una actitud que se puede suplir con la elegancia del gusto. Si eres Robert Redford, eres más guapo, pero lo importante es comunicar, con el gesto, con el cuerpo... Aunque se puede ser elegante y tener mal tipo.

-Ponga el ejemplo de un tipo elegante.

-Guardiola, cuando estaba en el Barça.

-Y lo contrario.

-Hay muchos.

-¿Rajoy?

-Rajoy no comunica. Pero no ponga que dije Rajoy.

-Descuide. ¿Pablo Iglesias?

-Pablo Iglesias es un cutre.

-¿Qué piensa cuando ve a todo el mundo con los pantalones rotos?

-Bueno, las modas son locas. Pero en general me parecen horrorosos.

-Defínase en pocas palabras.

-Yo creo en la ética como forma de vida, en el esfuerzo y quisiera creer en el más allá.

-¿Unos percebes o un cocido?

-Los percebes están muy buenos, pero el cocido de Lalín... Yo me curo la gripe con un cocido. Pero es difícil ir en contra de alguna de las dos cosas.

-¿Sabría hacer una tortilla de patatas?

-Soy un desastre. Mi madre me lo hacía todo, así que ahora no sé hacer nada en la cocina.

-La mujer más bella que haya conocido.

-Sofía Loren. Bellas hay muchas, pero aquel aspecto salvaje... Ahora recuerdo una historia que influyó bastante en mi vida. En mi primer viaje fuera de España, por la Costa Azul, una mujer me ofreció acostarme con ella. No me lo podía creer. ¡Con lo que había que luchar aquí! Eran otros tiempos. Luego, cuando volvía, lo hacía siempre con un montón de revistas porno y propaganda política, ja, ja.

-¿Alguna manía?

-Soy perfeccionista. No soporto las cosas fuera de su sitio.

-¿Le gusta escribir?

-Sí, de vez en cuando.

-¿Y qué escribe?

-Bueno, cosas.

-Dígame una canción.

-Adiós ríos, adiós fontes, de Amancio Prada.

-Lo más importante en la vida.

-Estar contento contigo mismo.