José Raúl Vázquez, fundador de Avícola Tratante: «Me habría gustado crear una empresa social»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Rocío Ramos

Defiende que empresa y sacerdocio se complementan y que la primera le permitió ayudar mucho más

08 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

José Raúl Vázquez Diéguez (Cartelos-Carballedo, 1935) lleva más de 60 años ejerciendo su labor sacerdotal en la comarca de Deza y toda una vida como empresario. Dos profesiones que lejos de ser incompatibles, defiende, se complementan. Su faceta como empresario le permitió poder ayudar mucho más que lo que hubiese podido con un sueldo de cura. «Ser sacerdote nunca fue un rechazo, al contrario, me respetaban mucho más, me querían mucho más y fui aceptado», afirma.

En 1969 fundó en Sixto (Dozón) Avícola Tratante, como productora de huevos. En el 2011, el sector avícola nacional le tributó un reconocimiento por su labor. «Viajé mucho por Galicia porque no son los tiempos de ahora. Antes llegabas y el que habías ido a ver te decía otra cosa y tenías que volver de nuevo para intentar convencerlo», resalta. La empresa, dice, «me entretiene todavía ahora, voy allí y soy feliz hablando con todo el mundo». La dirección está ahora en manos de su sobrino, Alejandro Campos. Antes del relevo trabajaron juntos muchos años y con Alejandro, cuenta, «sigo reuniéndome casi a diario. Viene por aquí. Me gusta seguir al tanto y lo necesito».

Fue socio de una constructora y «la gente decía: eu véndolle ao cura, porque o cura paga». Avícola Tratante tiene hoy cerca de 50 empleados y factura 13 millones de euros. Es, dice, una firma «muy solvente, muy competitiva y que cuenta con todos los adelantos tecnológicos».

La empresa, remarca, le permitió muchas cosas. Una de ellas: arreglar todas las iglesias, que no son pocas, encargarse de que todas tuvieran buenos accesos y amplios espacios para aparcar y ayudar a mucha gente. Hoy, haciendo balance, al preguntarle si hay algo que hubiera querido hacer, responde que «alguna cosa social que repercutiese en Deza. Me hubiera gustado haber empezado una cooperativa que fuese bien llevada o una empresa social en la que los trabajadores participaran en todo».

A sus 86 años sigue en activo, también en el sacerdocio. Los domingos tiene misa en Sixto, Albarellos, Álceme, Maceira y Castro, en los municipios de Lalín, Dozón y Rodeiro. «No todos los domingos en todas», matiza. Una labor a la que suma la de capellán en la residencia de As Dores, situada a pocos pasos de su casa. Explica que «es hermoso llevarles a esta edad el mensaje de la resurrección, el animarlos, el intentar decirles que no piensen en la muerte, que piensen en vivir, que sean felices». Ayer aún fue a oficiar una boda en A Toxa «porque me lo pidió la abuela».

Con más de seis décadas «llorando y cantando con ellos», es un cura muy querido por generaciones de vecinos y eso hace que este verano siga teniendo la agenda llena de citas para oficiar ceremonias. «Y ahora, das una fecha y no puedes fallar, porque antes si no podías ir podías mandar a otro, le pagabas más y hacías un amigo, pero no hay curas y no hay quien te sustituya (risas)».

En el año 1945 se fue a estudiar al Seminario de Lugo. «Lo pasé muy bien, tengo muy buenos recuerdos. Entramos 130 y nos ordenamos 33», dice. Allí ya empezó a germinar también su vocación empresarial. «Fui representante comercial de una empresa catalana que hacía sotanas y salí de allí con una máquina de escribir», relata. Ese carácter emprendedor lo mantuvo siempre, parejo a su vocación de cura y su amor por el deporte, especialmente el fútbol, que practicó desde siempre llegando a ser presidente del Lalín cuando el equipo estaba en Segunda B.

De su estancia en el seminario destaca el compañerismo y aún hoy sigue en contacto con los que quedan. Sus compañeros le apodaban «el joven» por su carácter jovial. Una simpatía y una alegría que mantiene intacta. Su primer destino como sacerdote fue San Xoán do Padornelo en O Cebreiro. Tenía 22 años y su llegada fue una revolución en la aldea. Estuvo allí tres años. «Los domingos nos juntábamos 300 o 400 jóvenes para jugar al fútbol». De O Cebreiro se marchó porque «los feligreses ya querían hacerme una casa y no sé cuántas cosas más y eso no podía ser», comenta. De allí se vino a Lalín donde lleva viviendo desde entonces. A diario tampoco perdona una partida de tute en el Casino que «me sirve para ejercitar la mente».

Alto, atlético, bromista y generoso, José Raúl Vázquez nunca tuvo pinta de cura y eso le dio pie a múltiples anécdotas. De su labor sacerdotal destaca «el mensaje maravilloso que tenemos, que es llevar esperanza, que la gente se sienta más feliz con su fe y le ayude en la lucha de cada día». Para acercarse más a los problemas de sus parroquianos cree que le ayudó la relación con su familia: «Somos ocho hermanos, siempre nos ayudamos mucho, lo de uno era de todos y eso me ayudó a ser más familiar».

Confiesa que «no me di cuenta que era mayor hasta un día con 84 años» y hoy solo le fastidia, bromea, el «¡cuídese! ¡cuídese!» que le dedican todos cada vez que lo ven. Su vida es también su familia. Hablando de sus siete bisobrinos se le enciende una chispa en la mirada. Para sus sobrinos siempre fue un segundo padre y ya está deseando marcharse con ellos, sus hijos y sus dos hermanas a Tenerife de nuevo. «Nosotros somos los abuelos de toda esta pandilla y somos 17», exclama. «He sido muy feliz con mi familia y con la gente, me sentí muy querido por todos», afirma.