Luis atiende desde hace 39 años a generaciones de vecinos que encuentran aquí un asesoramiento profesional
10 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Negocios con historia
José Luis Senra González lleva 39 años al frente del negocio que abrieron sus padres, José y María Luisa, en 1973. El establecimiento no se movió desde su inauguración del mismo bajo en el que se encuentra ahora, en el número 3 de la Praza da Igrexa de Lalín, en pleno corazón de la villa y a pocos pasos del Kilómetro Cero. Luis, como se le conoce, se crio en ese mismo espacio porque, antes de que sus padres transformaran este céntrico espacio en zapatería, el local fue un bar de la familia que abrió sus puertas en 1960. Allí, echando una mano a sus progenitores al otro lado del mostrador, aprendió los secretos de la atención al público.
Eran, cuenta, otros tiempos. «Nosotros fuimos adolescentes y niños e hicimos las mismas tonterías que ahora pero teníamos otra disciplina. Cuando era un niño mis padres ya me dejaban a mí solo al frente del bar. Hoy sería impensable, si lo hiciera yo con un hijo me meterían en la cárcel», aduce. Pero fue una labor que, explica, «me ayudó mucho cuando tuve que coger de pronto y por circunstancias el negocio; ya lo tenía rodado. Conocía a la gente y la gente me conocía a mí». Sus padres, sobre todo su progenitor, tuvo el bar 13 años y otros 13 la zapatería hasta que su hijo cogió el relevo. Por aquel entonces Luis tenía otros planes de futuro que pasaban por dedicarse a la docencia. Estudió en Santiago la carrera de Geografía e Historia especializándose en Historia del Arte. Como recordatorio, en las paredes de la zapatería, estratégicamente colocadas, cuelgan las imágenes de destacadas obras contemporáneas.
En todos estos años por Calzados Senra pasaron varias generaciones de vecinos a los que el exquisito trato y la profesionalidad de Luis convirtieron en fieles clientes. Estos días, mientras charlábamos en la tienda, una clienta confesaba que «eu xa non compro o calzado en ningunha outra parte».
Confianza
Y es que es entrar por la puerta y Luis explica que «ya sé exactamente qué zapatos enseñarles, sus gustos y cómo los quieren». Este conocimiento de la clientela, esa confianza que hace que puedan incluso llevarse a probar a casa el calzado, y un asesoramiento profesional de los que ya no se encuentran, son algunos de los puntos fuertes del establecimiento lalinense.
Y es que siempre se agradece encontrar al frente de un negocio alguien que, como Luis, entienda de zapatos, de su calidad, el tipo de horma y se asegure que lo que se lleva el cliente está garantizado. Son muchos años de experiencia y eso hace, comenta, «que el calzado que vendemos esté muy testado». A lo largo de estos años la oferta de la tienda fue «adaptándose a los tiempos pero manteniendo una línea dentro de un clásico. Para súper moda y súper boutique están otros», argumenta.
Lo que quiere, apunta, «es que el cliente que entre aquí, el que me conoce y el que no también, se vaya satisfecho. Hace un momento entró una pareja de venezolanos que buscaban algo para el agua cuando se marcharon me dijeron “qué amable, qué gusto comprar encontrar a alguien así tan atento”, ¡pero es que es mi trabajo, no es ningún esfuerzo!».
Cuando tomó las riendas del negocio, reconoce que «en los primeros años me dio muchos dolores de cabeza. La gente me decía que porqué no hacía esto y lo otro y sí se hicieron algunos cambios, pero otros no porque por ejemplo a la fachada no le puedo tocar. Hoy no cambiaría ni la bombilla. Mi público desde hace 40 años está cómodo aquí y si lo transformo en una boutique (que no me interesa para nada) estarían descolocados y se iría la esencia».
Hoy su zapatería es la más antigua de Lalín. Luis cuenta que «me paso más horas aquí que en mi casa. Esta es mi sala, esta es mi mesa de trabajo, de lectura y de estudio. Mi forma de ser está reflejada en la tienda. Esto está lleno de libros por todas partes».
A sus 62 años, apunta que «ahora soy de reducir horarios, quiero más tiempo para mí. No abro los sábados por la tarde ni los domingos». En los 80 vivió el bum del comercio en Lalín. «Se vendía todo. La forma de comprar y de vender era muy diferente. Un cliente se llevaba 5 pares por número. Eso es impensable ahora. Hoy enseñas 40 modelos y necesitan ver 50. La gente antes no le daba vueltas. Venía alguien con tres niños y le compraba el mismo modelo a los tres», asegura. Era también la época en la que los emigrantes se gastaban en Lalín ahorros de todo el año. Y se añadían muchos otros residentes en México que se desplazaban desde O Carballiño o Avión y cuyas compras suponían un importante volumen de negocio.
Eran también los tiempos de las grandes ferias. «Aquí llegaban los clientes y me dejaban sacos, cajas con aves y un montón de bolsas que llenaban la tienda y que recogían después», rememora. Luis confiesa que no puede con cualquier tipo de animales con pluma y una vez los pollos de una de esas cajas «lograron romper el cartón de la caja con agujeritos en la que estaban y salieron despavoridos volando por el establecimiento. Menos mal que había gente en la tienda que me ayudó a cogerlos porque yo no podía ni tocarlos (risas)».
En cerca de 40 años son tantas las anécdotas vividas que sus amigos llegaron a regalarle una elegante libreta para apuntarlas. «Empecé, pero reconozco que lo mío no es escribir. Prefiero leer», apunta. Como muestra cuenta la de una señora de una parroquia, vestida de negro de los pies a la cabeza, que llegó pidiendo toda seria unas botas «furaconas». En realidad eran unas botas de trabajo de marca Fukarona. «Tuve que meterme en la trastienda porque no aguantaba la risa».
Carteles de rebajas
Son famosos sus carteles de rebajas. Explica que «tengo un escaparate pequeño y tenía que sacarle partido. Quería hacer algo diferente». Los carteles, que aún guarda, tuvieron etapas: «la paisajística, la crítica, de fotos antiguas,...». Llamaban la atención y «la gente se paraba a hacerles fotos». Sus montajes hicieron que las rebajas las protagonizasen desde el Papa a políticos del momento, pasando por la reina Sofía a un Donald Trump versionado a «Tramparatán». Humor y retranca, en muchos casos, que sorprendían. El de esta campaña recoge una de sus aficiones, el senderismo, y refleja «un paraje espectacular de la Serra do Candán por el que pasaremos el domingo retomando las rutas».