El puerto de Álvaro Negro donde vibra en su obra mayor libertad cromática

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Roberto Ruiz

El pintor lalinense exhibe sus últimas creaciones en la galería F2 de Madrid

11 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Como una pantalla de cine donde el blanco transmuta en una explosión cromática sin encender el proyecto. Un tríptico que conforma una majestuosa obra, de más de cinco metros de ancho por casi dos de alto, con el sugestivo nombre de Peirao. La majestuosa obra ejerce un magnetismo especial y sobre ella pivota, con la compañía fraternal de Urda y Areallo, la exposición del artista Álvaro Negro (Lalín, 1973). Una muestra en la galería F2 de Madrid que se podrá ver hasta el 18 de octubre y refleja los últimos ciclos creativos del pintor lalinense a través de once composiciones de mortero y acrílico sobre materiales como lino, arpillera de yute o madera.

Como la pieza central se bautiza esta exposición la que la galería madrileña, con la que trabaja Álvaro Negro hace años, abría la temporada el pasado septiembre. Un nombre que causaba curiosidad en el público de la capital, interesándose por el término gallego para muelle de un puerto. El artista lalinense optó por nombres en la lengua de Rosalía para las obras que conforman esta nueva individual.

«Tanto Peirao como Urda y Areallo conforman un ciclo muy concreto, donde fueron creciendo al unísono, en procesos compartidos como si de un movimiento musical en tres partes se tratase», explica Negro. Una coherencia y conexión que genera dudas en el estudio pero que quedan disipadas una vez se colgaron las obras en la pared. Incluso cuenta el pintor la anécdota de que en el montaje intentaron intercalar una pieza de menor formato entre ellas pero desistieron porque rompía la armonía del conjunto a modo de intruso indeseado en un mar en calma.

A esa coherencia de escalas debemos sumar la gama más amplia en la paleta de color que encontramos en esta exposición respecto a las más recientes. Reconoce Álvaro Negro que ese comentario se lo trasladaron ya numerosas personas. Achaca esa mayor variedad cromática, donde emergen desde verdes a rojos, de azules a incluso amarillos, a la libertad con que concibió estas obras al prescindir de inicio de los marcos. Si en creaciones anteriores las dimensiones y características del continente marcaban el camino, en esta ocasión se carecía de elemento definidor previo.

Licencias en el color que tienen a Peirao como estandarte, plena de movimiento, donde su horizontalidad longitudinal en el formato contrasta con la aplicación en vertical de la pintura, de izquierda a derecha en una sucesión de superposición de capas con veladuras vibrantes, generando un movimiento cambiante en función de la luz o la posición en que observemos la obra. Plena de dinamismo y fuerza, desde verdes a dorados o rojo óxido con cobrizos afloran a su superficie para deleite de la mirada.

Con una base cromática idéntico en su inicio, que generan simetrías internas con la pieza principal, la aplicación de las veladuras finales llevan una conclusión final diferente. «Podemos pararnos delante de ellas y apreciar la escala diferente pero esas similitudes iniciales que después llevaron en Urda a apreciar una trama de tapiz donde el protagonismo recae en verdes y rojos, mientras que Areallo es más liviana, como un reflejo del agua en la playa, ya que siendo obras abstractas siempre me llevan a evocaciones de lo real», argumenta Álvaro Negro, que optó por nombres muy especial en gallego para denominar esta serie.

Piezas de los dos últimos años, donde las tres principales corresponden al 2025 a las que se suman pequeños y medianos formatos en una línea creativa similar, que entroncan con el eje de la exposición, en una experiencia perceptiva sin fisuras y una resonancia muy especial desde esa propia afinidad. Peirao curiosamente coincide con un término griego que significa atravesar o intentar, además de tener raíz en el latín arcaico con perior, de donde procede la experiencia, evocando a la vez un lugar de tránsito y una acción de búsqueda, filosofía conceptual detrás de la muestra.

De patentar la «tierra Agolada» a una colectiva en Teruel y repetir presencia en Arco

Álvaro Negro se muestra contento con la respuesta del público ante Peirao ya desde la apertura de la exposición. Algunas obras ya encontraron destinatario y otras tendrán más recorrido, por ejemplo por sus dimensiones, con una clara opción de que puedan verse en otras citas. Creaciones donde la materia cobra protagonismo, con sus distintas texturas, en una pintura casi mural matizada a través de las veladuras para cristalizar ese acabado iridiscente, satinado, capaz de cautivar la mirada.

El pintor lalinense, que rehabilitó en Agolada un antiguo molino familiar como estudio —protagonista de uno de los reportajes en el último numeroso de la prestigiosa revista AD—, encontró en los topos unos aliados en esa finca. La tierra pasada por el tamiz sirvió de materia prima en alguna de las obras. «Tiene un color precioso y me encantó emplearla, igual que existe el tierra siena vamos a tener que patentar el tierra Agolada», comenta con clara retranca.

En espera de que baje el telón la exposición en Madrid, donde esta misma semana participó en una charla en la galería en torno a las obras, Álvaro Negro ya prepara su próxima cita del calendario. En este caso una colectiva que le hace especial ilusión, afirma, por la parte de comisariado. Será en Teruel, con apertura a principios de noviembre. Y la siguiente fecha ya nos llevará al 2026, en una cita que repite desde hace años. Estará de nuevo con F2 en la feria Arco de Madrid, del 4 al 8 de marzo.