Dinamita la esperanza de una acción contundente del BCE que mantenga la prima a raya
02 ago 2012 . Actualizado a las 13:31 h.Un puñado de palabras pronunciadas hace justo una semana le bastaron a Mario Draghi para aplacar el incendio en el que se consume desde hace ya meses la confianza en la solvencia de España. «El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente», dijo entonces el presidente de la autoridad monetaria. Nunca tan poca agua sofocó tan rápido llamas tan altas.
Hoy, al guardián del euro le toca poner las cartas boca arriba -esas que tan celosamente ha escondido hasta ahora- si no quiere que los rescoldos se tornen otra vez en llamaradas. Draghi puso el listón muy alto y ahora no le queda otra que actuar. Demasiadas expectativas como para defraudarlas todas. No lo tiene fácil el italiano, obligado como está a bregar con las reticencias germanas. Los teutones ya han dejado claro que de ninguna manera permitirán que el fondo de rescate consiga una licencia bancaria, lo que, en la práctica, le permitiría comprar cantidades prácticamente ilimitadas de bonos de los países en riesgo. Dicen los alemanes que no van a consentir que el BCE se convierta en prestamista de última instancia de los Estados, por muchos problemas de financiación que estos arrastren. Si eso ocurre, será por encima de sus cadáveres, han venido a decir. El miedo atávico de Alemania a la inflación, que lo inunda todo.
Llamadas al orden
Y por si a Draghi se le hubiera pasado por la cabeza estos días sacar los pies del tiesto, ayer los germanos lo llamaron al orden. Por boca de su ministro de Economía, Philipp Rösler, y por la del presidente del todopoderoso Bundesbank (banco central), Jens Weidmann. El primero nos recordó aquello de que ni soñemos con que el fondo de rescate sea un banco, y el segundo dejó claro que no dará su brazo a torcer: «Defenderemos las posiciones en las que creemos», dijo en referencia al vital consejo de gobierno que celebra hoy el BCE. Y por si quedaba algún despistado, aclaró que el Bundesbank no es uno más: «Somos el mayor y más importante banco central del Eurosistema y tenemos más influencia que muchos otros».
Recibidos los avisos a navegantes, parece claro que aquello de hacer «todo lo necesario» se quedará en «todo lo necesario, menos aquello que disguste a Alemania». Esto es: otorgar una licencia bancaria al fondo de rescate o permitir que el BCE le preste dinero; que la autoridad monetaria vuelva a comprar deuda en el mercado, y todo lo que tenga que ver con mutualizar las pérdidas como los tan traídos y llevados eurobonos.
Los ases de Draghi
Entonces, ¿qué ases le quedan, a Draghi en la manga? Varios, aunque desde luego ninguno tan efectivo como retomar las adquisiciones de bonos de los asediados. Podría volver a bajar el precio del dinero (aunque, eso, advierten los analistas, no arreglaría el desaguisado de las primas de riesgo), rebajar el interés que abona a las entidades por depositar el dinero en el BCE en lugar de prestarlo o destinarlo a comprar bonos; sorprendernos con una nueva lluvia de millones sobre la banca en forma de megasubasta de liquidez (sería la tercera); o, lo más probable, según los expertos, flexibilizar las garantías que que exige a las entidades a cambio de prestarles dinero.
Con todo, queda la esperanza de que el italiano consiga convencer a los alemanes para que abran la mano. Pero la ayuda, claro, no sería gratis. Más recortes en sanidad y educación. Eso es lo que pide Alemania para respaldar la intervención del BCE en el mercado de deuda, según Bloomberg, cosa que el Gobierno, claro, niega.