Las declaraciones ante el juez de Fernández de Sousa y de Paz-Andrade airean el irreversible deterioro de un equipo emprendedor y mal avenido
20 oct 2013 . Actualizado a las 17:15 h.Sentados, por separado, en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional, Manuel Fernández de Sousa y Alfonso Paz Andrade son la viva imagen de las vueltas que da la vida. El expresidente de Pescanova y quien fuera su consejero delegado (en los últimos años, ya solo consejero), junto con ocho altos cargos de la empresa y su auditora de cuentas, responden ante el juez Pablo Ruz por imputaciones que van desde la estafa al falseamiento de cuentas o el uso de información privilegiada para su lucro personal.
El alto tribunal decidirá la responsabilidad de cada uno en la deuda de 3.664 millones que ha dejado a la compañía a merced de los bancos. Puede que Pescanova consiga seguir a flote de forma íntegra y sin trocearse, tal y como dice PwC en su plan de viabilidad. Pero lo que ya parece inevitable es la pérdida de sus dos principales activos: Manuel Fernández de Sousa y Alfonso Paz Andrade.
Ambos aún son accionistas mayoritarios (mantienen aún el 7,4 % y el 3 %, respectivamente), pero su vuelta a los órganos de gestión de la empresa, después de 36 años al frente, es complicada, y no solo por el proceso judicial en curso o por la pérdida de control de la compañía, ahora en manos del grupo catalán Damm. Sus deterioradas relaciones parece estar en un punto de no retorno.
La gestación del desencuentro
¿Cómo se ha ido gestando este desencuentro del que ahora trata de beneficiarse Paz Andrade para fundamentar su defensa? Fernández de Sousa y su antiguo mano derecha entraron, simultáneamente, en el consejo de administración de Pescanova en junio de 1977. Desde entonces han mantenido un operativo tándem similar al de sus padres, José Fernández y Valentín Paz Andrade, los que en 1960 fundaron Pescanova. El equipo se deshizo en el 2007, cuando el presidente apartó al consejero delegado de la primera línea ejecutiva, tras 30 años a su lado.
La causa aparente (nunca confirmada) de este último episodio que acabó con la ruptura en público de unas relaciones ya quebradas en privado, fue la salida del capital del histórico socio sudafricano de Pescanova, Imperial Cold Storage (ICS). Sousa compró las acciones de ICS, y apartó a Paz Andrade de la responsabilidad internacional que durante años desempeñó con gran éxito (fue pionero en impulsar la fórmula de las empresas mixtas, posteriormente adoptada por todo el sector).
Presidente impulsivo
Las diferencias de criterio también fueron a más por el modo en que el presidente afrontó arriesgadas inversiones en acuicultura, y que le llevaron a enfrentarse con la Xunta del bipartito, a la que acusó de perjudicar sus intereses en Galicia en favor de otras empresas de la competencia.
A esas alturas, las desavenencias entre ambos se hicieron insostenibles. Quienes conocen la vida de los despachos de Chapela aseguran que Manuel Fernández de Sousa, al frente de la presidencia ejecutiva y de la representación institucional de la empresa durante los últimos 15 años (hasta septiembre), nunca llevó bien el papel protagonista de su consejero delegado. Más que de la forma de llevar la empresa, fuentes muy cercanas a ambos hablan de una guerra de poder desencadenada por las «inseguridades» de un presidente de fuerte personalidad, «impulsivo e impredecible, que se sentía acosado con facilidad». «Manuel no aceptaba ningún contrapeso en el consejo y tenía problemas con Alfonso por creer que le había usurpado el origen de la empresa», relata alguien que presenció «acaloradas discusiones».
Fue una relación tensa, sí, pero tremendamente emprendedora y productiva. Pese a las desavenencias, ambos siempre han hecho esfuerzos por proteger la primera compañía que le puso marca al pescado, que sigue siendo referente mundial en la producción integral de proteína marítima de alta calidad y económica y de la que hoy viven más de 11.000 trabajadores.