Las autoridades lusas tratan de separar el destino del banco y el del emporio levantado por la familia que le da nombre
20 jul 2014 . Actualizado a las 07:04 h.El Banco Espirito Santo (BES) continúa en el ojo del huracán, zarandeado por las dudas sobre el verdadero estado de las finanzas de su principal accionista y a pesar de los desesperados intentos de las autoridades portuguesas por garantizar su solvencia.
La preocupación en Portugal es máxima. El BES no es solo un símbolo. Es mucho más que eso. Es una de las patas sobre las que descansa todo el país a nivel económico y financiero e íntimamente ligada con otras compañías lusas de peso.
«Sistémico». Así califican al banco analistas internacionales y agencias de calificación de riesgos, que recuerdan que Lisboa cerró su rescate hace apenas dos meses y que las señales de recuperación son aún muy frágiles.
El Espirito Santo es el mayor banco privado de Portugal en volumen de activos (casi 83.000 millones), emplea a más de 10.000 personas y cuenta con filiales especializadas en inversión y presencia en Angola, Brasil, Cabo Verde, Estados Unidos, Francia, Islas Caimán, Italia, España, Libia, Macao y Mozambique, informa Efe.
Ni siquiera la decisión de acelerar la llegada del nuevo presidente, Vítor Bento, para sustituir a Ricardo Salgado -quien deja el cargo después de 22 años- ha logrado calmar las aguas de los mercados.
Bento asumió el cargo el pasado lunes. Con su nombramiento, las autoridades lusas han querido dejar claro que los Espirito Santo ya no están al mando. Todo un intento de separar el destino del banco y el del Grupo Espirito Santo, en cuyo seno cohabitan decenas de compañías de muy diferentes sectores -financiero, turismo, agroalimentación, seguros, sanidad...-, algunas de ellas muy cerca de la suspensión de pagos. La primera en caer ha sido Espirito Santo Internacional, que el viernes solicitó el concurso de acreedores en Luxemburgo.
¿Pero qué preocupa exactamente a los inversores? Los créditos concedidos por el banco a otras divisiones del emporio levantado por la familia Espírito Santo (que suman 1.180 millones de euros, según sus propios datos) son una de las principales fuentes de preocupación. Eso, y el riesgo riesgo de quiebra del principal accionista de la entidad, el Espírito Santo Financial Group, que posee el 20,1 % de sus títulos y al que los analistas dan prácticamente por desahuciado.
Y mientras, el Gobierno, de la mano del Banco de Portugal, busca fuera de las fronteras patrias inversores extranjeros interesados en entrar en el mayor banco privado del país.