Alemania dice «nein» a las líneas de crédito colectivas y a los eurobonos

I. Sánchez Artero BRUSELAS / LA VOZ

ECONOMÍA

CLEMENS BILAN

Los países del norte se niegan a aunar esfuerzos bajo el pretexto de los «riesgos morales»

25 mar 2020 . Actualizado a las 08:43 h.

Que cada uno pague la factura de la guerra contra el coronavirus como mejor pueda. Ese fue el mensaje que lanzaron ayer en el Eurogrupo Alemania, Países Bajos, Austria y los países nórdicos en respuesta a la petición de Francia, España, Italia y Bruselas de abrir la puerta a una colectivización de los costes a través de líneas de crédito conjuntas en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y la emisión de eurobonos.

Por si quedaban dudas de la falta de apetito y voluntad de los halcones del euro, el ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, se encargó de deletrearlo públicamente: «El MEDE es una medida de último recurso y la emisión de eurobonos introduce una amenaza de riesgo moral al desincentivar la reforma económica», alegó para enfado de Ejecutivos como el italiano o el español. El virus se está ensañando con los países del sur, pero ninguno es inmune. Ese fue el mensaje que trató de trasladar, sin éxito, el presidente del Eurogrupo, Mario Centeno: «Este es un shock externo simétrico que nos afecta a todos los países por igual. Las consideraciones de riesgo moral no tienen espacio aquí», recordó.

Pero las palabras del portugués fueron incapaces de permear las regias filas hanseáticas. Ni siquiera la llamada del presidente español, Pedro Sánchez, a mostrar «empatía» sirvió para ablandar a Berlín que ayer respondió con la misma comprensión de la que hizo gala en la crisis griega: «Nein».

Una vez más la moneda única vuelve a rezar por su supervivencia. ¿A dónde podrán recurrir los socios si sufren una asfixia financiera? Empujarles a los mercados podría engordar la deuda hasta niveles insostenibles, poniendo en aprietos la unidad de la eurozona. La voz de la Comisión Europea pidiendo un esfuerzo común para compartir la carga que acumularán algunas economías del euro, se diluyó en la ensordecedora negativa alemana.

La eurozona vuelve así a mostrar sus costuras, esta vez más abiertas que nunca. La falta de cohesión no se ciñe solo a la silente respuesta que recibió Italia de sus socios en el peor momento del contagio en el país mediterráneo, va mucho más allá. La postura inflexible, aun en situaciones humanamente dramáticas, con la que han irrumpido en el debate algunas cancillerías podría acarrear consecuencias inéditas porque no se trata de una crisis meramente financiera o de deuda, como las que se desencadenaron en el 2008, es sanitaria, social y política.

Última oportunidad

Aunque la conferencia de ministros de Economía y Finanzas del euro se saldó ayer con un resultado decepcionante para las expectativas de un amplio número de cancillerías, habrá una última oportunidad para enmendar la respuesta en la cumbre que celebrarán mañana los líderes europeos.

A pesar de que la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, aseguró que no se plantea en estos momentos pedir ayuda al fondo europeo de rescates (hasta 410.000 millones de euros, de los que 24.000 serían para España), sí apoyará que se ponga a disposición de todos los socios para evitar estigmas y señalamientos.

Tampoco se han podido avanzar líneas en las condiciones de acceso a los fondos, que hasta ahora están vinculadas a un estricto e inflexible contrato de ajustes y reformas estructurales.