Nadia Calviño tiene un brillante y extenso currículo. Fue directora general de la Comisión Nacional de la Competencia, en Madrid, y directora general de Presupuestos, en Bruselas. En medio, más de veinte años de intensa dedicación al servicio público. Aunque no abundan, hay en España algunas docenas de perfiles profesionales como el suyo.
Nadia Calviño conoce, como muy pocos, los entresijos de las instituciones comunitarias, los pasadizos y laberintos de Bruselas, la trastienda de las arduas negociaciones y el ovillo de hilo fino que, al ser desenmarañado con sutileza, posibilita el acuerdo. Las sístoles y diástoles del corazón europeo, que a veces palpita con fuerza inusitada y a veces parece aletargarse en los inviernos euroescépticos. Escasean los españoles que, como ella, saben manejarse en aquel horno donde se cuece a fuego lento el proyecto europeo: quizá se cuenten con los dedos de la mano.
Pero hay una tercera condición, complementaria al excelso currículo y el profundo conocimiento del pálpito europeo, que singulariza a Nadia Calviño: su capacidad de generar y transmitir confianza y seguridad en un país invadido por el virus de la incertidumbre.
En el debate de las elecciones generales, Pedro Sánchez anticipó que Nadia Calviño formaría parte de su futuro Gobierno. Lo hizo, sin duda, para tranquilizar a su electorado, inquieto al saber que su presidente no dormiría tranquilo con según qué compañías. Y abofé que lo consiguió, porque Nadia Calviño es el tipo de superministra que se rifan los gobiernos para introducir sensatez y cordura en la gestión económica. Para colocar un contrapunto juicioso a las grandes consignas, de derechas o izquierdas, como bajar los impuestos a ras de tierra, liquidar la reforma laboral de un plumazo o incrementar el gasto social hasta las nubes. Incluso cuando las promesas se cumplen, necesitamos saber que no hemos descalabrado las cuentas públicas y que la decisión es sostenible o financiable. Necesitamos siempre una garantía: la que nos aporta Nadia Calviño con su sentidiño gallego.