Los terrenos de Tafisa, la vieja fábrica de los suecos donde ahora es un lujo vivir

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«Todos los días mando fotos de mi barrio y de la ría a los colegas de Madrid y mueren», dice un vecino de la antigua zona de Tafisa
15 may 2023 . Actualizado a las 10:22 h.No se llama Mirador de Montepinar, como en la serie Aquí no hay quien viva. Pero lo cierto es que la urbanización de Metrovacesa, esos pisos ubicados en los terrenos de la vieja fábrica de madera de Tafisa, aquella que en su día perteneció a unos suecos que triplicaba los sueldos habituales en Pontevedra, tiene, como en la famosa telecomedia, un Juan Cuesta en toda regla. Es Víctor Sánchez, presidente de la comunidad, que se ríe pensando en su homólogo de la tele y dice: «La verdad es que es un privilegio vivir en esta zona de Pontevedra. Estamos de lujo... y encima no ves pijos... ves gente maravillosa». Él se vino de A Coruña a la ciudad del Lérez y le sedujo totalmente esa esquina de la urbe. Teletrabaja como asesor informático y cada mañana, cuando despeja la cabeza dando un garbeo hacia la Illa das Esculturas, cumple con un ritual: «Todos los días mando fotos de mis vistas y de mi barrio y de la ría a los colegas de Madrid y mueren... me llaman cabronazo. Y yo les digo que me envíen la de la mole de ladrillo que tendrán delante, como cuando yo vivía allí. Esto es calidad de vida», resume.
La euforia que exhibe Víctor baja un poco de nivel en otros vecinos, que aún así también están encantados de haber podido mudarse a esos pisos recién construidos donde continúan levantándose viviendas y donde el río Lérez luce su mejor estampa, con el puente de los Tirantes de fondo y un gran pulmón verde rodeándolo. Una vecina que llegó hace dos años a la zona y que prefiere no dar su nombre cuenta que vendió su piso de toda la vida en Monte Porreiro, un barrio donde regentó un bar, para comprar en Tafisa porque quería contar con un ascensor. Está feliz, pero hay cosas que le preocupan: «Hace tiempo que tenemos a una persona durmiendo a la intemperie en los soportales. Me da mucha pena. Creo que intentaron que fuese a algún sitio a dormir, pero no quiso», explica. Va empujando el carrito de la compra y dice que se plantará en el mercado de Pontevedra en cinco minutos: «Y ni eso me lleva».
Tanto Víctor como esta mujer son recién llegados a la zona de Tafisa. Todo lo contrario que Nacho, el de las bicicletas. Regenta una tienda especializada en el mundo del ciclismo en el Camiño Vello de Castilla desde hace 25 años. Recuerda bien cómo era la zona entonces: «El primer mes no teníamos ni acera para que la gente entrase a la tienda. Pusimos un tablón de madera para poder acceder», dice entre risas. Se acuerda de la fábrica de Tafisa funcionando, del cierre, del derribo y de cuando la crisis de la construcción paralizó los planes para esos terrenos y parecía que se iban a quedar desiertos. Pero no fue así: «Al final se construyó y esto está cogiendo bastante vida. Quedan muchas cosas por hacer, falta limpieza, pero tenemos zonas verdes y pedimos cosas que sí nos pusieron, como por ejemplo aparcamientos de servicios para quienes vengan a mi tienda, a la farmacia o a hacer cualquier otro recado al barrio».
Nacho señala hacia una zona de aparcamiento desordenado, casi pegada al Centro Galego de Tecnificación Deportiva (CGTD) como el punto negro del barrio: «Está asilvestrado», dice. Luego, mira con orgullo hacia el entorno más pegado al Lérez, donde a media mañana decenas de personas hacen ejercicio. Están entrenando en ese momento los hermanos Chamosa, con títulos nacionales e internacionales de marcha. En el río van y vienen los piragüistas y la ruta del colesterol tiene numerosos adeptos en este oasis de la urbe. Es casi mediodía y unas jóvenes italianas se desperezan en una autocaravana. Es viernes. Y el área para estos turismos está al 50 %. Algo (o mucho) se mueve en la vieja Tafisa.