Crónica política
23 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.Siete años después de la cruenta batalla del fútbol, si la sangre llega al río será escasa a pesar de las amenazas. Si el Gobierno no interviene, puede ser que haya guerra, pero no se emplearán armas de destrucción masiva. Lopera y sus aliados tampoco las tienen. Y Aznar lo sabe. Hace siete años España vivió la batalla político-judicial-mediática más grave de Europa por los derechos televisivos del fútbol con presiones de todos los poderes y, en algún caso, con comisiones. Diligencias judiciales así lo prueban. Aquella guerra y la batalla posterior de las plataformas llevó al diputado Josep Antoni Durán Lleida a declarar: «España se ha convertido en una destilería de odio político, judicial y mediático». Intervinieron todos, desde Aznar a Pujol , de Zaplana a Chaves , Fraga y Arzalluz ; desde banqueros a jueces y periodistas; y, por supuesto, Polanco , Asensio e incluso Azcárraga . Con gran lucidez el corresponsal en Madrid del Financial Times, David White , escribió: «Fútbol, televisión y política es una mezcla explosiva en España del mismo modo que en el siglo XIX las guerras en este país fueron una mezcla fatal de religión, militarismo y poder dinástico». Ahora es lo mismo, pero menos. Sólo nueve millones de euros separan la guerra de la paz, pero las televisiones saben ya que el fútbol no vale lo que piden sus dirigentes: ni los presuntos huelguistas que amenazan con no empezar la Liga, ni los doce grandes con contrato dispuestos a jugar. Pasaron los cándidos tiempos en los que se creía que el pago por visión -el pay per view que Joan Gaspart llamaba al principio pipermint- sería una mina de oro. Lejos queda aquel intento de Antonio Asensio , recién llegado a Antena 3 TV en el 92, de quedarse con el fútbol de las Autonómicas. Le contestó desde la FORTA , Joan Granados , textualmente: «Mira, Antonio, el fútbol es como la hija de las Autonómicas, y tú te la quieres tirar». Hace sólo dos meses, el director general de la RTV de Andalucía en una reunión de la FORTA, Rafael Camacho , rebajó el parentesco de las televisiones con el fútbol, de hija a prima segunda: «Si me suben la factura por encima de los tres mil millones de pesetas por año que me cuesta, invierto ese dinero en series de ficción andaluza y arraso. Porque para un Sevilla-Betis o un Real Madrid-Barcelona , me como mucho Real Sociedad-Español con una pena de audiencia». Eso pasa en la televisión abierta. Y los datos internos de Audiovisual Sport advierten que salvo excepciones (un Deportivo-Valencia , por ejemplo), el pago por visión sólo es rentable cuando juegan Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid. El resto -los números no perdonan- sólo interesan como adversarios de los citados. En algún partido la recaudación no paga el coste de la unidad móvil y el transporte de la señal. Fetichismo y novela negra Pero es difícil que eso lo acepte Lopera -una biografía apasionante mezcla de fetichismo religioso y novela negra-, convencido de que después de Dios viene el Betis. Y que él es su profeta. Lo recordamos en la anterior guerra del fútbol en su despacho sevillano, con imagen de la Macarena , velas eléctricas y reclinatorio, exigiendo una cláusula por la que nunca el Betis cobraría un duro menos que el Sevilla . Y la impuso. Ahí está el contrato. Pero lo que se firmó hace seis años fue consecuencia de una guerra sin cuartel en la que se jugaba el monopolio de la televisión de pago en España y la creación de un gran multimedia afecto al PP . Por eso cuando se firmó la paz del fútbol en la Nochebuena del 96, y como dice Polanco «se acabaron entre nosotros las hostialidades», empezó la caza de Asensio. Cayó siete meses después herido por presiones políticas sin límite y un talón de Telefónica también desmedido. Gracias a aquella guerra, el Real Madrid pasó de percibir por los derechos televisivos, en vez de los 447 millones de pesetas de la temporada 95-96, tres mil. Repetimos: tres mil, como el Barcelona . El Celta de Vigo pasó de 228 millones a 1.300 por año y el Compostela de 245 a l.000. Y el Rayo Vallecano recibió otros mil millones cuando su presupuesto total quedó fijado en 900 aquella temporada. Y no por eso la deuda de los clubes desapareció. Eso es tan cierto y demostrable como el súbito enriquecimiento de algunos directivos de clubes que se hartaron de fichar jugadores, preferiblemente extranjeros. Siete años después aquella locura de dinero es impensable, al menos para todos. Los directivos televisivos actuales están más cuerdos y la privatización de los clubes distancia a sus aficiones que comienzan a distinguir entre pasión por el club y los negocios de sus propietarios. Nadie lo explicó mejor que el malogrado Ernest Lluch , gran intelectual con fino sentido del humor, al comenzar la crisis del Barça: «En realidad Núñez es víctima de la globalización porque llenó el equipo de extranjeros. Mientras ganaba no pasó nada, pero al perder la gente exigió que por lo menos los jugadores fuesen locales. Si no hay raíces y encima pierden, el público se distancia». Es decir: los presidentes están más solos y felices frente al negocio -el deportivo y el colateral- pero también ante el peligro porque pueden manejar menos a la hinchada. Es posible que ellos todavía no lo sepan pero el Gobierno sí lo sabe. Por eso la segunda guerra del fútbol, si estalla, será más fácil de controlar.