Aznar corta Oreja y Rato

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

06 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuatro fotos bastan para abrir una época política y cerrar otra: las de Aznar, Rajoy, Mayor Oreja y Rodrigo Rato. El primero decidió, el segundo fue el agraciado -pero se lo trabajó dando la cara por el Prestige y la Guerra de Irak- y los otros dos llegaron a la estación término de su recorrido político. No quiere decir que de momento no sigan circulando pero, salvo catástrofe ajena imprevisible, no tendrán retrato al óleo en la galería de presidentes del Gobierno. El acomodo de esas biografías en el nuevo escenario se produce mientras la mayor parte de columnistas, prisioneros de la hemeroteca, libran una guerrilla exculpatoria por haber apostado a caballo equivocado. Algunos de ellos se escaparon sólo por minutos de un trago muy amargo porque en la mañana del sábado de gloria (para Mariano) protagonizaron tertulias de radio apostando decididamente por Rato. Siempre, en estas ocasiones históricas, en las redacciones de periódicos y emisoras está de guardia un vengador dispuesto a pasarles ante el micrófono una ácida nota de este porte: «No largues más de Rato, que acaban de nombrar a Rajoy». Pero el despiste terminó precipitando la comunicación del nombramiento que debía producirse el lunes ante la directiva del PP y estalló el sábado al mediodía. La insistencia de la cadena Ser en que el nombre secreto era Acebes hizo temer a Aznar que acabaría dominando los titulares de la prensa dominical y que el globo sería ya difícil de pinchar el lunes sin producir alguna detonación. Esa versión ya confirmada explica la precipitación de la noticia en el último tramo después de haber sido durante semanas, o quizá meses, el secreto mejor guardado de los últimos años en un país en el que la confidencialidad es respetada sólo por unos pocos. Pero el sector económico tampoco acertó. De lo contrario, los prohombres gallegos de la economía y las finanzas hubieran dedicado algún tiempo a comer lamprea con Rajoy en vez de obsesionarse con la empanada de Rato. Un colaborador del ya ex vicepresidente, consultado por La Voz sobre encuentros gastronómicos de ese nivel, sólo recuerda a Julio Fernández Gayoso de Caixa Nova comiendo lamprea con Mariano. Sitúa los encuentros en Salvaterra do Miño. La elección de Mariano es más bien producto de valorar su capacidad parlamentaria, su resistencia en momentos difíciles y también consecuencia de la exclusión de otros. Cuando el PP estaba acorralado, él no se pasó a la clandestinidad como algunos colegas suyos, según se denunció en esta crónica. Las posibilidades de Rato seguramente acabaron cuando su colaborador Fernández Norniella discrepó en el ABC sobre la intervención en Irak. Mayor ya había perdido su tren en la bochornosa incomparencia en el Parlamento Vasco que tanto celebró el PNV. Pero mientras se digiere la decisión más esperada, hay que reconocer que, al margen de que Aznar no consultó a su partido, ni lo comunicó con la debida antelación y elegancia a los afectados -la esposa de Mayor Oreja se enteró por la televisión de que su marido no iba para Presidente de Gobierno-, ha tenido la grandeza de prometer que dejaría el cargo y cumplirlo superando además la tentación de la bicefalia en su partido. Y ese valor, casi taurino, merece un reconocimiento hasta de sus críticos y damnificados. Otra cosa es que en su triunfal faena cortara Oreja y Rato, al menos sus carreras políticas. Todavía colea aquella pregunta a bocajarro con la que Antonio Catalán interrogó a Ana Botella: «A ver si me puedes explicar cómo se entiende que si tu marido es un hombre de éxito que gana elecciones por mayoría absoluta se marche voluntariamente de la presidencia del Gobierno en contra de la voluntad de su partido». Según relató a La Voz un tercer comensal presente, Ana Botella aguantó el tipo y con una sonrisa le espetó : «Vosotros no lo conocéis pero es que mi marido es muy raro». Desde luego, pero en su rareza justo es destacar que, contra lo que habían pronosticado sus adversarios, ni continuó, ni se ha quedado con un mando a distancia para manejar a su sucesor. Cierto es que tampoco le hará falta porque no se espera el más mínimo cambio hasta después de las próximas generales, pero eso no le quita mérito. Ha remodelado el Gobierno porque tenía dos bajas por candidaturas -Rajoy y Piqué- y lo ha hecho con el objetivo de apuntalar a Rodrigo Rato, del que se temía una espantada. Se le ha nombrado Vicepresidente primero -que ya lo fue- y, sobre todo, se ha colocado en Ciencia y Tecnología a un hombre suyo, Juan Costa. Así se envía el mensaje al mundo económico de que se cuenta con Rato y su gente y se le retiene hasta las elecciones. Después se verá. La Voz pronosticó que a medio plazo dejará la política y el Financial Times mantenía esta semana la misma impresión, aunque siempre queda el puerto-refugio del Banco de España. Con Rato a salvo de momento, la preocupación es ahora Mayor Oreja. «Jaime hará lo que quiera en este partido», no cesan de repetir Javier Arenas y otros dirigentes. Y el propio Rajoy, el pasado viernes en Vitoria, le obsequió en público con algunos kilos de jabón. Pero esas frases terminan vacías de contenido si no se le sitúa en lugar destacado. No se le ha recuperado para el Gobierno ahora que quedaban huecos y se teme seriamente por su continuidad. De hecho, es el único que no disimula su enfado.