Los políticos «top» cobran poco

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

21 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

La pregunta en TVE a Mariano Rajoy sobre sus ingresos mensuales ha dado pie a una nueva oleada de demagogia sobre el sueldo de los políticos. Convendría afrontar el asunto sin enredar, como ha hecho algún socialista, con eso de que Rajoy cobra más que Zapatero porque el Partido Popular le complementa el sueldo. Hace bien el PP, porque el líder de la oposición no debe vivir con el sueldo de un diputado. Ni, desde luego, el presidente del Gobierno con poco más que esa cantidad. ¿Es normal que quien tiene la responsabilidad de gobernar el país, con el riesgo añadido que conlleva el cargo, cobre como el director de una sucursal bancaria veterano y con objetivos? Para concretar, setenta y siete mil euros brutos al año. No tiene proporción ninguna. Tampoco se trata de que el presidente cobre como Alfredo Sáenz del Banco Santander, o como Pizarro de Endesa, porque las entidades privadas y sus accionistas son libres de pagar como quieran. Pero esa austeridad autoimpuesta en la cúpula de la política española -y peor aún, por cierto, en la portuguesa- resulta desfasada. En España, además, duele la comparativa porque hasta el presidente de la Generalitat o el lendakari ganan más. O el mismísimo presidente de las Cortes, que casi dobla al presidente del Gobierno. Todo tiene poca lógica. Los ministros cobran menos que el presidente y de ahí para abajo. Manuel Chaves , presidente de la Junta de Andalucía, se fijó el sueldo de un ministro y propuso que sus consejeros recibieran el del grado inferior, secretario de Estado. Chaves ni siquiera tiene residencia oficial, que sí tienen otros, porque cuando existió esa propuesta, Javier Arenas en una campaña electoral penosa se encargó de reventar el proyecto. Aún se recuerda en el debate cara a cara en Canal Sur a Javier Arenas mostrando unas fotografías ampliadas de la supuesta mansión del presidente de la Junta, que no era más que un chalé sencillo. Arenas, posteriormente, disfrutó sin problemas del piso que el Ministerio de Trabajo le ofreció, como a todos sus titulares. Pacto de austeridad La situación actual es el resultado de una especie de demagogia constante en la que se ha dado por sentado que los políticos cobran mucho. Es posible en algún caso porque hay concejales, mundo adelante, que nunca vieron una nómina como la que ahora perciben. Pero no puede ser que las máximas responsabilidades políticas, en las que cabe incluir numerosas alcaldías, exijan -más allá de la incertidumbre sobre la estabilidad en el cargo- una especie de pacto de austeridad con la familia. El actual secretario de Estado de Telecomunicaciones, Francisco Ros , por ejemplo, dejó el puesto en una multinacional en la que cobraba el triple de su actual salario y renunció a las stock options de su contrato. Sin contar con los dos años de incompatibilidad que le esperan cuando deje el cargo. «Lo he hablado con mi familia -nos dijo Ros poco después de ser nombrado-, lo ha aceptado y me siento orgulloso de prestar un servicio a mi país cuando me lo ha solicitado el Gobierno». Admirable, pero injusto. Y si se apura, hasta peligroso, porque la obligada reducción salarial para una parte importante de los políticos top aleja a gente brillante de esos puestos porque todo el mundo no quiere, o no puede, aceptar ese sacrificio. Y peligroso también porque la situación abre, al menos teóricamente, espacio a la tentación de querer autocompensar ese sacrificio por vías ilegales. La historia reciente tiene casos, y no sólo el del Luis Roldán que se enriqueció, que así lo demuestran. Pero en la entrevista colectiva a Rajoy no sólo se le preguntó por su sueldo. El PP se ha pasado tres años hablando del 11-M, asociando su imagen con la de la crispación, y ahora cosecha el resultado, como demostraron las primeras preguntas. Ciertamente, los estrategas de la crispación aconsejaron mal al Partido Popular. La experiencia nefasta de la gestión de la crisis en aquellos días trágicos le conviene al PP que se olvide y, sin embargo, los estrategas han mantenido vivo el episodio hasta el hastío. Para ello no se ha reparado en gastos y se han utilizado todos los recursos a mano, incluso vulnerando el espíritu fundacional de la cadena radiofónica de la Iglesia. Ha sido estos días monseñor Enrique Planas , experto en comunicación del Vaticano, el que ha tachado de «suicidas» los planteamientos de la Cope. Criticó a Losantos y afirmó que hay valores que están más allá de la posibilidad de perder audiencia. «Es un riesgo ofrecer una tribuna a los resentimientos», advirtió. Lo que no dijo monseñor Planas en su interesantísima intervención es que buena parte de los problemas del PP hoy en día proceden de ese periodismo supuestamente afín que termina asociando al Partido Popular con posiciones de derecha extrema. Ya lo dijo Antonio Hernández Mancha con clarividencia: «El drama de Mariano es que Federico le calienta a su gente por la mañana y él pierde el día templándolos. Y al día siguiente vuelta a empezar». Por eso Rajoy ganó en TVE. Salió reforzado de la experiencia -que pudo preparar mejor porque Zapatero inauguró el formato- dado que allí apareció el Rajoy más cercano que conocen bien quienes lo tratan. Sin duda, Mariano gana cuando se aleja de la guardia pretoriana de su partido, que lo custodia para que no se pierdan las esencias aznaristas.