«En este momento es difícil saber qué va a ocurrir con Pizarro. Rajoy está más hermético que nunca, casi recuerda a Aznar y a su cuaderno azul». La frase de un dirigente del PP define el grado de desconcierto que reina ante las últimas decisiones de Rajoy. Casi todos consideran que el nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría entraba dentro de lo posible. Pero lo que nadie se esperaba es una catarsis en toda regla como la que ha habido en el Grupo Popular, tomado por un grupo de jóvenes que hasta hace muy poco le llevaba los cafés a Zaplana y a los suyos. «El encaje de Manuel Pizarro con ese grupo era muy complicado», admite un diputado del PP para explicar que el fichaje estrella de Rajoy no haya sido nombrado número dos de Soraya Sáenz y ni siquiera lograra ser portavoz adjunto. Fuentes del PP aseguran que como compensación Rajoy ofreció a Pizarro ser el portavoz económico en el Congreso, pero este lo rechazó. Pasar de presidente de Endesa o consejero de Telefónica a recibir órdenes de dos novatos como Soraya Sáenz (36 años) y José Luis Ayllón (37) era demasiado para él. Pero esa negativa no fue abrupta y no ha roto todos los puentes.
Las fuentes consultadas afirman que la única salida digna para Pizarro es ahora entrar en el núcleo duro de la dirección del PP en el congreso de junio. Rajoy podría ofrecerle entrar en el comité ejecutivo nacional asumiendo el área económica con unas funciones incluso más amplias que las actuales de Miguel Arias Cañete. Si en junio no entra en el núcleo duro de Génova, todos opinan que se irá a su casa. A quienes afirman que estar en la ejecutiva sería demasiado para un recién llegado al PP, los consultados oponen el caso de Josep Piqué, al que en 1999 Aznar incluyó en el comité ejecutivo el mismo día en el que se sacó el carné del partido. Pizarro, al menos, se hizo militante el 18 de enero, en cuanto fue llamado por Rajoy. Ese carné estaba firmado por Rajoy y, de manera excepcional, por Aznar.
De ahí parten precisamente los mayores problemas de Pizarro. Su figura está demasiado ligada a Aznar, que fue quien le aupó a la presidencia de Endesa. Y ese perfil encaja mal con la imagen de renovación que quiere dar Rajoy. Y, lo que es peor, Esperanza Aguirre ha hecho todo lo posible por resaltar sus fuertes vínculos con Pizarro, sin que este haya hecho nada por evitarlo. En esa tesitura, promover al ex magnate energético podría interpretarse como una cesión a Aguirre, justo lo que Rajoy quiere evitar. El panorama es tan complejo que la mayoría apuesta por un rápido retorno de Pizarro al mundo empresarial. La explicación por ambas partes está ya incluso preparada. Se dirá que al ex presidente de Endesa se le fichó pensando en ganar las elecciones para ser vicepresidente económico, un puesto para el que nadie duda de su capacidad. Pero al perder los comicios, Pizarro y Rajoy dirán que su perfil y experiencia no son las adecuadas para fajarse cuatro años en el Congreso con dinosaurios del parlamentarismo como Rubalcaba o Solbes, que con un solo ojo ya le dejó claro que política y economía son cosas distintas.