España, más tensa que el País Vasco

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Patxi López y Basagoiti han logrado normalizar su comunidad, mientras la agitación política se extiende por el resto del país, especialmente Cataluña, ya en precampaña

24 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Si habrá tensión en la política española que el lendakari Patxi López se ha permitido decir en Madrid esta semana: «La política vasca ya no camina por los derroteros de crispación y de confrontación permanente. Somos el oasis en medio del desierto de la crispación en que se mueve la política en España». Ahí queda eso. Con el radicalismo independentista desorientado y el PNV bajando del monte al que se echó tras perder el poder, en el País Vasco hay menos tensión, sencillamente, porque socialistas y populares no la crean. Allí se entienden y se respetan. Fuera están en tensión permanente.

Dos escenarios bien distintos, por tanto: el País Vasco y el resto de España, Cataluña incluida. Algún día se reconocerá la gran contribución de Patxi López y del popular Antonio Basagoiti para cambiar radicalmente el clima político en el País Vasco. Con Mayor Oreja por allí esto no sucedería.

Patxi tiene a un eficiente ourensano de número dos, Rodolfo Ares. Que la Ertzaintza la mande un inmigrante de primera generación subleva a los nacionalistas pero complace a los sindicatos policiales, que se sienten ahora mejor atendidos. Y como portavoz y consejera de Justicia y Administraciones Públicas tiene a Idoia Mendía, que declaró en su primera entrevista: «Cuando murió Franco, yo tenía trece años y estaba en una ikastola». Idoia, euskalduna sin complejos y socialista, la número tres del Gobierno vasco, se siente más acosada cuando pisa la televisión o la radio pública autonómica que en la calle. Pero poco a poco van serenando la situación. Mientras, Basagoiti y personas como Arantza Quiroga, nieta de gallego a la que su abuela materna todavía le habla en euskera, han hecho olvidar a María San Gil y la amenaza aznarista de que sin ella el PP vasco se hundía.

En el resto de España, incluida Cataluña, las cosas son bien distintas. Ha bastado el incidente de Vich, donde el alcalde, al igual que en Torrejón de Ardoz, se negaba a empadronar inmigrantes ilegales, para que algunos partidos hayan sentido la tentación de utilizar la inmigración con fines electorales. Ya hay un partido ultraderechista en Vich que lo hace y es segunda fuerza municipal. Pero muchos populares y algunos convergentes -otros han tirado de la brida para que el asunto no se desbocara- veían ahí una veta electoral prometedora. Al final, la Abogacía del Estado puso las cosas en su sitio y Mariano Rajoy acató públicamente su dictamen. «Es la ley y la cumpliremos», sentenció.

Divisiones

Pero lo vivido en estos días agitados refleja esa alta tensión latente y esa capacidad de incendiar lo que sea en cualquier momento. Además, los populares andan divididos internamente a cuenta de dónde se sitúa un cementerio nuclear, y los socialistas, preocupados por la sucesión de Zapatero, al que Aznar ha retado a que se vaya a casa después de dos legislaturas, como él. De paso, el ex presidente ha vuelto a echar deslizante en el suelo que pisa Rajoy admitiendo que quizás se equivocó al nombrarlo, aunque reconoce que lo está haciendo bien.

Con todos estos sainetes, no extraña que la valoración de los políticos baje. Es más, en Cataluña, según una encuesta de un instituto de la Generalitat, se les considera el principal problema después del paro. Más problema que el funcionamiento de la economía. El profesor Francesc de Carreras no perdona: «Se obsesionan por asuntos que no preocupan a los ciudadanos [?.] y así la brecha entre clase política y opinión pública catalana aumenta».

Con elecciones a diez meses vista, Rajoy, que aspira a ser decisivo en Cataluña como lo ha sido en el País Vasco, prosigue con su operación simpatía. De ahí su asistencia a la gala de Mundo Deportivo con Messi e Iniesta entre los galardonados. Mientras, Artur Mas se prepara para su tercer intento y el PSC lo basa todo en la consolidación apreciable de la imagen de Montilla: «tiempos difíciles, gente seria». Por suerte, ni esa encuesta, ni otras, preguntaban por los empresarios, que siguen empeñados en ser presididos por Gerardo Díez Ferrán, que no es el ejemplo de conducta ética en la conducción de los negocios.