La derecha quiere lidiar a Garzón

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

El sector duro del PP y una parte de la magistratura le tienen ganas al juez, que ya no se fía de nadie y evita declaraciones

07 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Corridas de toros sí, y mejor declaradas patrimonio cultural, como acaba de decretar Esperanza Aguirre. Y, si es posible, lidia del magistrado Baltasar Garzón, al que no se le tolera que tratara de investigar los crímenes del franquismo y que colocara al dictador Pinochet al borde de la cárcel. La jugada la tiene todo el mundo clara: «Garzón de esta no se libra», declaró el viernes un portavoz de Falange Española y de las JONS. «!Qué país España!. No se investigan los crímenes del franquismo pero se persigue a quien trata de investigarlos», comentan unos periodistas alemanes que intentan en Madrid entrevistar a Garzón, de momento sin éxito. El juez no se fía de nadie y sabe que cualquier error será magnificado en su contra.

En su defensa, Baltasar Garzón habla de una campaña de acoso orquestada admitiendo que es un argumento desgastado, pero que en este caso cierto. Sin duda. Un sector del PP le tiene ganas -Esperanza Aguirre, Camps y Federico Trillo no lo disimulan- y un sector de la magistratura también. Demasiados éxitos y protagonismo sin control. El juez ha recusado a algunos colegas por enemistad manifiesta. Al fin y al cabo, Margarita Robles era secretaria de Estado de Interior, con Juan Alberto Belloch de ministro, cuando mortificaron a Garzón, entonces delegado del Plan Nacional contra la Droga. La animadversión se mantiene intacta. En una reciente conferencia, a Belloch, hoy alcalde de Zaragoza, le preguntaron por Garzón y se limitó a elogiar a quien lo juzga.

Felipe González atrajo a Garzón como número dos del PSOE por Madrid y a Ventura Pérez Mariño como diputado por Lugo en las elecciones de 1996, pero acabó dando todo el poder a Juan Alberto Belloch con Margarita Robles y Teresa Fernández de la Vega en su equipo. Alfonso Guerra criticó entonces la frivolidad del presidente: «Ahora le ha dado por los magistrados para llenar el Gobierno. ¿Y por qué no los carpinteros?». En la humillación sufrida a manos de González y de Belloch, Garzón incubó una sed de venganza que la ley de entonces le permitió saciar: dejó la política y volvió al mismo sumario que tenía cuando marchó a la política. Y entonces se aceleró la investigación de los GAL.

Fueron años de grandes elogios para Garzón en la derecha de Aznar y algunos medios de comunicación que ahora tratan de lidiarlo compartiendo muleta y estoque con enemigos adquiridos en años de actuación profesional incansable. Cualquier día atentarán contra Garzón -Dios no lo quiera- y no sabremos si han sido etarras, narcotraficantes, banqueros dolidos o imputados por casos de corrupción. Que el Tribunal Supremo autorice al capo de la Gürtel, Francisco Correa, a personarse en el juicio contra Garzón es una de las páginas más penosas para la imagen de la Justicia española, por más que trate de justificarlo Carlos Dívar. Tiene razón Marcelino Iglesias en esa brillante declaración adelantada en la crónica anterior: «En la transición, con rumores de golpe, nos sabíamos los nombres de los capitanes generales y no conocerlos ahora es síntoma de normalidad democrática. Que ahora conozcamos tanto a los jueces y sus tendencias políticas quiere decir que algo no marcha bien en ese campo».

Entretanto, el Gobierno, que sabe que tiene tantos problemas de imagen como la Justicia, ha nombrado a Felix Monteira secretario de Estado de Comunicación. Menudo desafío: desde ese puesto es posible mejorar las cosas hacia afuera, pero no arreglar la descoordinación del Gabinete. Pero hay un dato importante en ese nombramiento: se ha primado la profesionalidad y no el sexo, o la edad. Hace dos años la instrucción de la búsqueda de un candidato para el puesto fue estrictamente esta: «Que sea periodista, mujer y joven». Dijeron que no a Olga Viza y a alguna más, y se nombró a Nieves Goicoechea, que ha hecho lo que buenamente ha podido. Algunos socialistas interpretan esperanzados que Zapatero ya va olvidando los Gobiernos de diseño y antepone la profesionalidad. Monteira no hubiera podido ser nombrado dos años atrás. Es periodista, pero no mujer. Y, además, el delito de tener 59 años. ¡Suerte en la lidia!