Rajoy jubila a la vieja guardia limpiando de escollos su discurso de centro reformista

Antonio Montilla MADRID/COLPISA.

ESPAÑA

10 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

Su decisión de rechazar a Cascos pone de manifiesto que avanza sin cortapisas hacia la renovación del PP que anunció en el 2008. El azucarillo se disolverá y el café acabará por enfriarse. La determinación de Mariano Rajoy a la hora de apostar por la desconocida Isabel Pérez-Espinosa en detrimento de Francisco Álvarez Cascos, lejos de provocar vértigo a los miembros de la dirección del PP, ha redoblado la confianza que profesan en su líder.

El presidente de los populares prometió en el 2008 que renovaría las estructuras del PP, algunas de ellas desvencijadas, y está cumpliendo sin inmutarse. Mantiene el rumbo aunque eso suponga tener que dejar en la cuneta a antiguos y todopoderosos dirigentes como Álvarez Cascos, al que no salvó ni el explícito apoyo de José María Aznar o Esperanza Aguirre. Es cierto que a esta controversia se han sumado otros imponderables, como que el ex secretario general cuenta con muy pocos aliados en la ejecutiva y la reticencia de Rajoy a que florezcan nuevos barones territoriales que puedan entorpecer el último tramo hacia la Moncloa con alguna declaración alejada de su credo, el centro reformista.

Un goteo de desapariciones

Los nostálgicos del aznarismo han constatado que su tiempo ya pasó. Solo queda reinventarse o probar suerte en aventuras sin la mullida red de la marca PP.

El ejemplo del truncado aspirante asturiano es el último y quizá el más grave porque se ha dado de baja tras 34 años de militancia, pero no es el único. En los dos últimos años, otros antiguos ministros como Eduardo Zaplana, Josep Piqué o Juan Costa han optado por convertirse en militantes de base.