Su empeño en las reformas es apoyado hasta por los empresarios
20 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Siempre cabe la posibilidad de que a Zapatero le pase lo mismo que a Fraga en su día, convencido de que no volvía a presentarse. Todo el mundo daba a Cuíña como sucesor, excepto Caballero, que insistía en que Fraga se presentaría, como así fue. «¿Si Fraga ha dicho que se va y usted asegura que no se irá, está diciendo que Fraga miente?». «No, no miente -respondió-, es que Fraga aún no lo sabe».
¿Cabe la posibilidad de que Zapatero aún no lo sepa? Puede. Pero hay dos datos relevantes: si se queda, no parece que favorezca a su partido, porque su popularidad no lo acompaña. Y algo más: en los últimos meses resurge un Zapatero mejor que el de años anteriores, aunque la extrema derecha mediática no lo reconozca. Su primera época fue espectacular (retirada de Irak y progresos de los derechos de mujeres, mayores, familias, homosexuales e inmigrantes), pero después vino la política de márketing en decisiones y nombramientos; el revolcón de la crisis, que no reconocía, y, por último, el de la responsabilidad en solitario porque la oposición está de brazos caídos. «El grupo de 46 empresarios que Zapatero reúne en la Moncloa no quiere que recorte su mandato porque hace, por fin, las reformas que se necesitan», comenta un asistente a la primera reunión. Otro va más lejos: «No sé si Rajoy haría lo mismo, pero sí sé que, de hacerlo, tendría la calle incendiada».
Zapatero va en serio con sus reformas. Francesc Castellana, hombre de confianza del ministro Valeriano Gómez, describe cómo en su ministerio estaba todo manga por hombro y asegura que, si les dejan terminar la legislatura, arreglarán lo de las pensiones, la negociación colectiva, la flexibilidad en la contratación y la formación, ahora más importante que nunca. «Tenemos cuatro millones de parados, es vital que se reciclen para el nuevo modelo productivo del país». Las reformas que aún siendo duras tienen justificación no preocupan a dirigentes locales y regionales del PSOE. «Lo que me altera son las ocurrencias tipo reducción de velocidad a 110 kilómetros por hora que no está claro que sirvan para mucho pero fastidian a todos», afirma un alcalde aragonés.
El Zapatero que sacó las tropas españolas de Irak exigió para contribuir a la intervención en Libia que Naciones Unidas la autorizara y el propio Ban Ki-moon lo confirmó en Madrid. Su invitación ayer a París con los líderes europeos que deciden la intervención es un respaldo a su gestión de la crisis. Se diría que a la tradicional abulia europea en política internacional responde eficazmente la iniciativa de Sarkozy y Cameron. Aprovechan que Estados Unidos debe quedarse en la retaguardia y que la poderosa señora Merkel hace equilibrios.
Podrá objetarse a toda esa operación para derrocar a Gadafi que a Sarkozy le supone vitaminas para sus encuestas, y de paso a Zapatero también, porque en este caso sus votantes pedían una intervención y hasta Mariano Rajoy lo apoya. Rajoy celebró que «por fin la comunidad internacional haya tomado una decisión». Que él haya tomado otra -en este caso la de apoyar la decisión el Gobierno- no debe resultar extraña, por insólita, sino que hay que entenderla como una necesaria sintonización con sus aliados ideológicos europeos, máxime en su acercamiento al Gobierno. Alguna voz interna se lo desaconsejó en el PP, pero Sarkozy, Cameron y Merkel no lo hubieran entendido.