Sacrificado por el partido, tratado de forma injusta, capaz de prever los acontecimientos

La Voz

ESPAÑA

02 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si hay un personaje que sabe muy bien parado de las memorias es Guerra. Su autorretrato es el de un político dispuesto a sacrificarse por el partido, víctima de una persecución implacable de sus adversarios, muchas veces injustamente tratado, capaz de prever los acontecimientos. Cuenta, por ejemplo, que advirtió a González de que el fichaje de Garzón les estallaría en su propia cara y a Zapatero de que ETA podía volver a matar, días antes del atentado de la T4.

«Me consideraban un radical que era necesario eliminar (...). Los alaridos demostraban que yo acertaba de lleno en la diana. Mantuve mis convicciones y, al final, la coherencia recibe su premio. Hoy muchos de los que me hubieran azotado, me toman como referencia en algunos pronunciamientos», escribe. Afirma que durante los últimos 20 años su voluntad de no dividir el partido le ha llevado a «soportar casi cada día la presión de muchos» para que encabezara una facción en su seno.

Niega haber pronunciado una de sus frase más célebres, «el que se mueve no sale en la foto». Hay revelaciones sorprendentes como el ofrecimiento que le hizo Cascos tras abandonar la dirección del partido para que ocupara un cargo institucional. También relata cómo un diario paraguayo publicó su necrológica, su negociación con Fidel Castro camino del baño en La Habana o que González quiso cambiar el nombre del PSOE por el de Partido Socialista.

Se queja de que cuando se rompió el pie, el rey le llamó antes para interesarse que ningún miembro de su partido. González ni siquiera lo hizo. Cuenta también cómo afrontó el cáncer de próstata.