El eterno secundario ya es un líder

Paula de las Heras MADRID / COLPISA

ESPAÑA

El nuevo secretario general nunca tuvo un cargo relevante en un partido al que ahora le tocará devolverle la confianza y prepararlo para gobernar

14 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cualquier miembro del PSOE que haya compartido equipo con Pedro Sánchez (Madrid, 1972) a lo largo de la última década utiliza una misma palabra para definirlo: «trabajador». Saber qué tipo de líder será de ahora en adelante es, por lo demás, complicado porque nunca le ha tocado liderar nada. El hasta hace poco desconocido diputado madrileño, mero portavoz en la comisión para el estudio del cambio climático, es doctor en Economía y profesor de Estructura Económica e Historia del Pensamiento Económico en la universidad privada Camilo José Cela y tiene una amplia experiencia en política, pero siempre ha ocupado papeles secundarios.

Militó en las Juventudes como uno más. Fue asesor de Bárbara Dürkhop, la viuda de Enrique Casas, en el Parlamento Europeo y concejal en el Ayuntamiento de Madrid de 2005 a 2009. Y, desde aquella época, ha participado en más de diez comités electorales a las órdenes del primero secretario de Organización y luego vicesecretario general, José Blanco. Casi todo lo ha hecho entre bambalinas. Y nunca nadie le dio la oportunidad de intentar ir un paso más allá. Cuando, en su etapa en el mundo local, dejó entrever sus aspiraciones de ser candidato a la alcaldía, nadie lo tomó en serio. En la mañana del 5 de febrero de 2012, recién elegido Alfredo Pérez Rubalcaba en el 38 Congreso, Sánchez desapareció.

El anuncio de la nueva ejecutiva le pilló solitario en el AVE de Sevilla a Madrid. Él ya sabía que no iba a estar en ella, a pesar de que se había partido la cara por el hoy secretario general saliente, así que no tenía muchos motivos para celebrar. Tampoco tenía un hueco en el Congreso porque las tensiones con el líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez -ahora entre sus apoyos-, le habían relegado a un puesto demasiado bajo en la lista por Madrid y, dada la debacle de las generales, se quedó fuera. Ese día decidió que era el momento de dejar la política. Se hizo autónomo y empezó a trabajar como asesor en proyectos internacionales. El último, hace un año, le obligaba a ir semanalmente a Bruselas. Fue también en ese período cuando se sacó el doctorado. Pero su vida volvió a dar un giro. Rubalcaba y sus muchachos intentaron recuperarlo y se movieron para ello. Cristina Narbona fue enviada al Consejo de Seguridad Nuclear. Corrió un sitio en la lista y a principios de 2013 le ofrecieron volver a la cámara baja. Sánchez se lo pensó. Y consultó con su familia (tiene mujer y dos hijas). Y como el bicho de la política le seguía picando dijo sí.

En diciembre un puñado de dirigentes le animó a dar el paso para ir a las primarias nacionales. Remaba contracorriente. Pero ganó. Aunque ahora le queda el reto más difícil: conseguir que el PSOE vuelva a ganar unas elecciones.

Sus detractores dan por hecho que Susana Díaz intentará manejarlo como a un títere. Dicen que esa es la razón por la que Andalucía se ha volcado en su elección, que Madina habría sido menos «manejable». Pero en realidad, pocos conocen a Sánchez: un tipo ciertamente determinado.