Felipe González reclama a Sánchez más contundencia en su no a la secesión

Recurrir a Felipe González para que ayude a movilizar a un electorado que aún ve en él a un líder carismático siempre entraña riesgos. Lo saben los secretarios generales del PSOE que tras él han sido -Almunia, Rubalcaba, Zapatero y Pedro Sánchez-. El expresidente del Gobierno es incapaz de reprimir en sus discursos un comentario aleccionador sobre cómo deberían estar haciendo los suyos las cosas, y ayer volvió a hacerlo en Hospitalet. «Os sigo, y lo hacéis bien -dijo tanto a Sánchez como al candidato del PSC, Miquel Iceta-, pero la gente os tiene que entender: nosotros no vamos a jugar a cambiar la Constitución para introducir un pretendido derecho de autodeterminación. ¡Díganlo claramente! Nosotros, no».

Quizá la petición era innecesaria. Porque Iceta ha logrado que su formación aparque el derecho a decidir y lleva toda la campaña repitiendo que la soberanía nacional reside en el conjunto del pueblo español. Pero la regañina era a un valioso espaldarazo.

González ejerció de agitador de conciencias y repartió a diestro y siniestro. Acusó a Artur Mas, como al presidente venezolano, de crear un conflicto artificial para ocultar su pésima gestión. Y atizó a Mariano Rajoy, al que dibujó como un político inane sin ambición de país. Le reprochó su reciente ofensiva diplomática. «Nunca se me habría ocurrido pedir a Merkel o Cameron: 'Dí algo a estos independentistas para que sepan lo que no se puede hacer'. Siento vergüenza ¡qué pérdida de autoridad!». «Ya se caerá de su caballo», vaticinó sobre Pablo Iglesias.

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