El acoso a policías gallegos en voz propia

S. Acosta / T. Taboada REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Andreu Dalmau | EFE

Los han echado de gimnasios, no les dejan comer en restaurantes y se niegan a llevarlos en taxis

08 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

De los 5.500 policías y guardias civiles que han sido desplazados en las últimas semanas a Cataluña, cerca de 400 son gallegos -180 se corresponden con agentes de policía de la Unidad de Intervención Policial, conocidos como antidisturbios y de la Unidad de Prevención y Reacción, y unos 200 guardias civiles enviados desde distintos puntos de la comunidad-. Todos ellos han sufrido, de un modo u otro, el acoso de una parte de la población catalana desde el pasado domingo. Los malos gestos, los insultos, el hostigamiento, los escraches y el boicot siguen estando a la orden del día.

Cada uno de estos agentes tiene un sinfín de episodios que contar. Algunos de ellos, muy significativos de la situación que están viviendo allí, como el del pasado martes, cuando 45 policías de Vigo y A Coruña que se encontraban en el interior de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña fueron acorralados por un millar de manifestantes. El edificio tuvo que ser blindado por una decena de furgones y agentes de los Mossos para evitar males mayores. Estuvieron seis horas sin poder salir hasta que a las diez de la noche fueron relevados por otros compañeros. Los Mossos tuvieron que formar un pasillo de protección para que pudieran regresar a los barcos donde están alojados. Por supuesto, no faltaron los gritos y las consignas en contra de los agentes, informó Mercedes Lodeiro. 

En calles y locales públicos

Otro de los episodios tuvo lugar cuando una decena de policías judiciales de Vigo y Ourense, que actúan vestidos de paisano, estuvieron cercados en la comisaría de Lérida y tampoco pudieron salir porque una muchedumbre los insultaba a las puertas. Además, no les sirven comida en los bares de la capital y han tenido que desplazarse hasta Huesca, informó Enrique Vázquez Pita.

En Barcelona también hay problemas. Muchos taxistas rehúsan recogerlos en el puerto y si van a cenar y los descubren, algunos comensales los increpan e insultan. También ha habido problemas el algún gimnasio donde el dueño les ha invitado a irse al considerarlos personas no gratas.

«Esto es una mafia, acosan a los dueños de los negocios para que nos vayamos»

Uno de los episodios más desagradables que los policías han tenido que soportar ocurrió el jueves. Desde que están en Barcelona, un grupo de agentes, entre los que había varios gallegos, se habían apuntado a un gimnasio cercano al puerto de Barcelona y acudían prácticamente a diario, en sus ratos libres. Pero desde hace tres días ya no pueden ir. «El dueño les invitó a que se fueran porque había recibido mensajes de texto, correos electrónicos y quejas en persona de los clientes; el propietario se disculpó por lo que les estaba diciendo, pero les pidió que lo entendieran, que ellos iban a estar allí quince o veinte días y que él luego se quedaba allí; los echó en contra de su voluntad», explica un policía que actúa de portavoz en nombre del grupo y que aclara también que los agentes no quisieron presentar denuncia para no perjudicar al propietario del establecimiento. «Entendieron que no tenía la culpa; pero esto es una mafia, acosan a los dueños de los negocios para que nos vayamos de los sitios», dice. A pesar de todas estas situaciones, los agentes también valoran los gestos de los catalanes que los apoyan y les dan las gracias en persona por defender sus derechos: «La verdad es que se agradece mucho que venga alguien a animarte», aclara.

«Si me insultan en el trabajo, bueno, pero en el tiempo libre es muy desagradable»

Uno de los policías gallegos que se encuentra en los cruceros atracados en el puerto de Barcelona tardará mucho en olvidar el 1-O. No duda en reconocer que ha sido «una de las situaciones más complicadas» que ha vivido en toda su trayectoria profesional. Este funcionario participó en los desalojos de la gente que se agazapó en los colegios el domingo y no duda en asegurar que el operativo civil estaba muy bien organizado: «Había ancianos a los que les invitábamos a que se levantaran y cuando se incorporaban, los agarraban para que no pudieran levantarse. Los usaban como escudos. También había niños de primaria por el medio. Los padres los llevaron, en uno de los colegios había más de una veintena», indica. Sobre la actuación de los Mossos, tiene muy claro que «todo estaba orquestado para que no hicieran nada» y apunta que en algunos de los colegios a los que llegaron había unas quinientas personas y tan solo una patrulla de dos mossos en la puerta: «Si ya nos costó a nosotros cerrar el colegio y éramos 50, imagínate dos», dice. Pero en medio de esta situación, había incluso gente, muy poca, que se acercaba a darles las gracias: «Lo hacían por lo bajo, con miedo de que alguien les oyera», asegura.

Los peores momentos se vivieron entre el domingo y el martes. Explica este antidisturbios que cuando salían en sus ratos libres era muy fácil reconocerlos: «Ves a cuatro tíos juntos caminando por la calle y ya te das cuenta», comenta este policía que tiene anécdotas para aburrir y que explica que solo el hecho de ir andando por la calle les permite percatarse de que son personas no gratas en la Ciudad Condal. Uno de los principales problemas ha sido el de los taxistas. Asegura que hay algunos que se niegan a llevarlos: «Solo llamamos a que los que ya sabemos que nos quieren llevar; pero, claro, a veces libran o no están disponibles. Algún compañero ha cogido un taxi sin decirle exactamente a dónde iba, le iba diciendo por donde ir para evitar que se negara a llevarlo», indica. 

Insultos en el tiempo libre

Para estos funcionarios, la situación es muy complicada: «Si estoy trabajando y me insultan, pues bueno, pero después en tu tiempo libre es muy desagradable», asegura este agente, que también se queja de las condiciones del barco: «Está bien para dos días, pero para estar aquí veinte, no. Los camarotes son muy pequeños y la comida deja mucho que desear», argumenta. Otro de los aspectos de los que se lamenta es de cómo se organizó el operativo: «Los compañeros no pueden estar perseguidos y acosados en las puertas de los hoteles sin que nadie hubiera hecho nada; eso sentó muy mal», reconoce sobre los escraches que sufrieron sus compañeros.

«Todos os días os cativos póñense diante das reixas e insúltannos»

Una decena de guardia civiles enviados desde Lugo son insultados todos los días. «Estamos protexendo un cuartel e temos un instituto enfronte. Todos os días á unha e media da tarde os cativos fan unha pausa. Uns póñense diante das reixas e insúltannos. Os que non están de acordo quédanse na aula e fannos o símbolo do corazón desde as fiestras sen que os vexan os outros», explica uno de estos agentes, que critica que a los niños se les inculque el independentismo desde pequeños: «Lévase adoutrinando e teñen unha semente e xerme que vai traer consecuencias negativas porque cando vote esta xente vai haber moitos problemas. A sociedade catalá está moi unida e é moi independentista. Hai cidadáns que nos apoian, pero non saen á rúa por medo. Vese moi pouca xente con bandeiras españolas por pánico», aseguran los guardias.

«Hai unha mínima parte dos Mossos que nos apoia, pero a maioría moi mal»

Un grupo de diez guardias civiles que han sido enviados a Balaguer, a Tárrega y a la comandancia de Lérida se quejan de la deslealtad que vivieron el 1-O por parte de los Mossos: «Aquí vendéronnos os Mossos. Puxeron dous coches camuflados e avisaban para que esa xente escondera as urnas e non nos deixaran entrar», explicó uno de los agentes que también aclara que hubo momentos de tensión entre ambos cuerpos: «Incluso tres compañeiros de Ourense chegaron a ter problemas con mossos uniformados. Insultáronnos e chamáronlles ‘piolines que bien lo hicisteis que le pegasteis a nuestra familia’. Hai una mínima parte dos Mossos que nos apoia, pero a gran maioría, moi mal», explican estos agentes que reconocen que están viviendo tal situación de rechazo que ya les aconsejaron no ir andando a su puesto de trabajo: «Ven unha furgoneta a recollernos para prestar servizo. Todo para manter a nosa seguridade e integridade física», explican, tras asegurar que «a poboación é moi hostil» y «está moi organizada».