Aznar vuelve como un referente y pide a Casado que convierta al PP en la «casa común» de la derecha

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

El expresidente, aclamado en la convención popular, reclama acabar con el Gobierno de Sánchez por pactar con «los que quieren acabar con España»

20 ene 2019 . Actualizado a las 13:00 h.

Aznar ha vuelto. El expresidente del Gobierno pidió el voto para el PP. Y eso es ya una noticia. Después de años criticando a su propio partido, y de declarar incluso que ya no se sentía representado por el PP, Aznar fue recibido en la convención de los populares como una auténtica estrella, aclamado y ovacionado en el corto recorrido hacia la silla que tenía reservada, que tardó casi diez minutos en recorrer escoltado por Pablo Casado y por su esposa, Ana Botella, para corresponder a todos los que deseaban saludarle, estrecharle la mano o simplemente tocarlo. Pero, más allá de sus gestos, sus palabras fueron escuchadas como las de un oráculo que vuelve a casa para corregir el rumbo de un barco a la deriva. Su complicidad con Casado fue evidente en todo momento.

El ex jefe del Ejecutivo se deshizo en elogios hacia el nuevo presidente de los populares, al que calificó como «un líder como un castillo». «Sin tutelas ni tu tías», añadió, rememorando la célebre frase que a él le dedicó en su día Manuel Fraga, y dando por hecho así que Casado es su auténtico sucesor en el partido. Aseguró que el PP ha dado en esta convención «un gran paso adelante» que será determinante para su futuro y animó a Casado a convertir de nuevo al PP en la «casa común» de todos los que quieren sacar adelante a España, defender su unidad y su Constitución. «Afirmemos nuestra vocación mayoritaria», añadió, sin renunciar a la «pluralidad». «Nunca se ha construido nada sobre la derrota de nadie, y si alguien ha tenido tentación de actuar de otra manera, el resultado ha sido el fracaso». «Nada se puede construir contando derrotados, sino contando amigos y aliados. No restando, sino sumando», añadió, en lo que se interpretó como una crítica a la depuración de aznaristas que Rajoy llevó a cabo tras su llegada a la presidencia del PP, pero también una invitación a reconciliarse con el votante de Vox.

«Os han puesto a dieta. Solo un expresidente al día», se permitió decir Aznar, bromeando con el hecho de que Rajoy interviniera en la jornada del viernes y él en la del sábado. Lo cierto es que nada tuvo que ver el formato de la charla coloquio que protagonizó Rajoy con el discurso de hondo calado político que se reservó a Aznar. El antiguo líder pidió al partido que escuche a todos «con humildad y respeto», pero especialmente a aquellos que dicen cosas que «tal vez no nos gusten». «Solo si los escuchamos podremos hacer las cosas mejor y podremos pedirles que nos escuchen», añadió.

Para reforzar la imagen de su nueva sintonía con el partido, comparó el congreso de Sevilla que supuso su entronización como líder de los populares con esta convención. «No hay mucha diferencia. Acertamos entonces. Y acertamos ahora», dijo Aznar, que pidió no mirar atrás, pero sí no olvidar «la gran fuerza política integradora que ha traído empleo y ha luchado por la libertad, que defendió siempre y al coste que sea la integridad de la nación».«Hemos acertado en lo importante. Sabemos lo que es gobernar lejos de las modas, las políticas estridentes, del griterío de los alborotadores y de la arrogancia de los simplistas», afirmó.

Y, en un duro ataque al Gobierno de Pedro Sánchez, aseguró que «la historia de éxito» de la nación española «está amenazada» por los que «quieren volver atrás en la reconciliación y la concordia». «España tiene planteado un desafío existencial. Y tenemos que responder con toda serenidad, pero con toda firmeza», explicó, y añadió que «los votos que España necesita para responder con éxito a este desafío son los votos que deben de ir al PP y que desde ahora pido para el PP». Animó a derrocar en las urnas a Pedro Sánchez por los mismos motivos que en su día lo destituyó como secretario general su propio partido, que fue buscar «un pacto con los que querían romper España». Eso es, a su juicio, lo que está ocurriendo ahora. «Hemos llegado a un punto que era casi imposible de imaginar. Un Gobierno que hace depender los Presupuestos de un prófugo de la Justicia y de un preso preventivo por delito de rebelión. Eso no es dialogar, eso es rendir la democracia», clamó. «¿Cuánto tiempo tenemos que soportar que el separatismo catalán amenace un día sí y otro también con el desacato a la Constitución y la legalidad?. ¿Cuánto tiempo mas tenemos que esperar para que se desarticule el golpe de Estado contra la Constitución y la democracia? ¿Cuanto tiempo más?», se preguntó reiteradamente en medio de los aplausos del plenario de la convención.

Aseguró que Andalucía ha demostrado que el PP no es suficiente para el cambio, pero también que el cambio no es posible sin el PP. «Solo un PP fuerte garantiza el cambio. Pero un cambio que se confunda de objetivo. Hay que cambiar el Gobierno, no la Constitución», insistió, por lo que animó a no pedir «el voto del miedo, sino el de la esperanza y el patriotismo».

Si hubiera que juzgar por la imagen, Aznar se encontraba desde luego mucho más cómodo en este cónclave del «rearme ideológico» y de la defensa «sin complejos» del discurso más derechista y liberal, de lo que lo estaba en la jornada anterior un Mariano Rajoy muy descreído con esta nueva etapa y que parece ya de vuelta en un partido en el que muchos de los que hace poco le consideraban un referente lo ven ahora como una rémora del pasado a la que basta con tratar con cariño, pero sin pedirle opinión.El paisaje resultaba por eso extraño, ya que lo que se deduce de este nuevo culto a Aznar es un intento de proyectarse hacia al futuro regresando hacia el pasado, como si los 14 años de Rajoy en la presidencia del PP fueran una especie de paréntesis, a pesar de que fue precisamente cuando el anterior líder de los populares estaba al mando cuando el partido consiguió en 2011 la mayoría absoluta más aplastante de su historia, con 186 escaños.

Por si quedaban dudas de que el PP abandona definitivamente el modelo económico de Rajoy, al que sus más críticos en el partido llegaron a tachar de socialdemócrata, y apuesta por un adelgazamiento del Estado, antes que Aznar intervinieron tres de los principales gurús del liberalismo económico. Daniel Lacalle, muy ligado en el pasado a Esperanza Aguirre y apóstol de la máxima bajada de impuestos para particulares y empresas, cuestionó el modelo de Pedro Sánchez como un «ataque al Estado del bienestar». Carlos Rodríguez Braun, que considera que el papel del Estado debe limitarse a «no estorbar» para que los empresarios puedan crear empleo y riqueza, alertó al PP contra la tentación de prometer bajadas de impuestos y buscar luego «excusas» para no hacerlo. Se burló por ello del hecho de que incluso Pedro Sánchez y hasta ïñigo Errejón se hayan declarado liberales para tratar de ganar las elecciones. Por último, Lorenzo Bernaldo de Quirós, defensor a ultranza de la privatización de los servicios públicos,alabó al PP como el partido que logró que España entrara en la Unión Europea cuando nadie lo creía posible y que superó la crisis y evitó el rescate de España cuando este se daba por hecho. Y consideró imposible que España siga creciendo con el aumento de impuestos que plantea Sánchez en una economía que desacelera. Frente a ello, defendió «una reducción rápida de la deuda del sector público» y liberar los mercados «intervenidos por un sinfín de regulaciones».