Sánchez viaja al gran bazar de la corrupción para salir ileso

Domingos Sampedro
domingos sampedro SANTIAGO / LA VOZ

ESPAÑA

Pedro Sánchez, durante el debate electoral de TVE
Pedro Sánchez, durante el debate electoral de TVE Reuters TV

Sánchez defiende su legado con guiños a Podemos

23 abr 2019 . Actualizado a las 07:10 h.

Suele decirse que quien está instalado en la presidencia del Gobierno tiene mucho más que perder que ganar en un debate electoral, especialmente si sufre algún traspiés. Y Pedro Sánchez, que arrancó acartonado, con la mirada esquiva y trastabillándose con alguna palabra, parecía tener todas las papeletas para pisar la monda de plátano. En cambio, no lo hizo. Entró con tono templado el bloque inicial de economía, pero logró emerger con el política social y, sobre todo, con el elementos utilizó para contener a sus rivales de la derecha, la corrupción. No obstante, al líder de Podemos le reservó varios guiños al agradecer su apoyo para defender el legado de diez meses de Gobierno.

Fue la corrupción lo que propició que Pedro Sánchez hilvanara la mayoría parlamentaria que lo condujo a la Moncloa tras presentar la moción de censura, así que mentó varias veces este asunto para mantener a raya a su principal adversario: Pablo Casado. El aspirante socialista aludió a ella de forma explícita durante su intervención inicial, la retomó en el bloque económico, al referirse a la amnistía fiscal del PP que acabó favoreciendo a Rato o a Bárcenas, y la volvió a rescatar cuando más acorralado parecía, en la discusión sobre el modelo territorial. Acudió a la corrupción incluso para introducir el tema de los posibles acuerdos poselectorales. «La sede del PP era el gran bazar de la corrupción», soltó Sánchez, recreándose en las actividades ilícitas de cada una de las plantas.

El recurso constante a la corrupción fue una baza que no solo le permitió a Sánchez afear la conducta de los populares, sino que también le sirvió para intentar poner contra las cuerdas a Albert Rivera, que pasó de firmar un acuerdo de gobierno con el PSOE en la primavera del 2016 a ponerle ahora un cordón sanitario al mismo partido. «¡Qué decepción!», le espetó en dos ocasiones Pedro Sánchez al líder de Ciudadanos, reprochándole que no le pusiera ese cordón sanitario a quien, como Vox, plantea tener armas en casa, habla de suprimir las autonomías «y dice que la violencia de género es un cuento», apostilló.

El presidente del Gobierno no arriesgó demasiado en el debate, quizás para no perder lo que el PSOE tiene ganado en los sondeos. Su discurso fue por el carril de lo que se espera siempre de un socialista: reivindicación de las políticas públicas, de la igualdad de oportunidades, de la justicia social e incluso, de una forma un tanto impostada, del ecologismo, cuando habló del Día Mundial de la Tierra y del movimiento estudiantil que surgió en Suecia para combatir el cambio climático.

PP y Ciudadanos intentaron poner al presidente contra las cuerdas con el conflicto catalán y los posibles indultos a los procesados. Y Sánchez salió del lío apelando al diálogo y parafraseando a Felipe González con eso de que no puede haber indultos sin una sentencia firme.

Más difícil lo tuvieron sus adversarios para salir de la trampa que le tendió el aspirante socialista con la reivindicación del feminismo y las medidas promovidas en esa dirección, que contrapuso a la posición sobre el aborto que exhibe el PP o el apoyo dado por Ciudadanos a la gestación subrogada.

LO MEJOR La reivindicación del feminismo, que le permitió emerger en el debate cuando intentaban acorralarlo.

LO PEOR No ofreció la más mínima pista sobre los posibles acuerdos de gobierno tras las elecciones.