Alvise Pérez: de discreto antibipartidista a mesías de la conspiración con cientos de miles de seguidores

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Alvise Pérez, líder y eurodiputado de Se Acabó La Fiesta.
Alvise Pérez, líder y eurodiputado de Se Acabó La Fiesta. Ballesteros | EFE

La formación del agitador sevillano logró tres escaños en las europeas sin programa, sin publicidad y sin grandes actos de campaña

10 jun 2024 . Actualizado a las 19:17 h.

«Azote de la política», «Batman», «analfabeto académico». La legión de seguidores de Alvise Pérez (Sevilla, 1990) en redes le han dedicado a su líder toda una ristra de calificativos heroicos para definir su carrera. Sus detractores le ven como un agitador ultra y «vendebulos»; sus afines, como el remedio para el bipartidismo y la corrupción en España que nunca llegó a despegar de los partidos de centro como UPyD y Ciudadanos, con los que mantuvo una relación. Pero lo que sí ha conseguido cristalizar de su identidad tras la jornada electoral europea del domingo es que ya es eurodiputado tras cosechar 800.000 votos y lograr tres escaños. Un resultado que le mete de lleno en Bruselas para iniciar una campaña contra Sánchez, el general conjunto de las izquierdas y los nacionalismos y una retahíla de ideas de inspiración trumpista. 

Alvise —nombre tomado de un personaje novelesco italiano del siglo XV— es el menor de cuatro hermanos. Intentó graduarse en Ciencias Políticas y de la Administración Pública por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) sin éxito. Por aquel entonces, empezó a coquetear con el UPyD de Rosa Díez ejerciendo como «chico de los cafés», un voluntario sin demasiadas ambiciones cuya preocupación estaba más en la sala de máquinas del partido más desafiante para la dupla PP-PSOE del momento. Para el sevillano, los dos siempre fueron lo mismo. De hecho, consiguió trasladar a sus seguidores que los de Alberto Núñez Feijoo son «el PSOE azul». Sin hacer demasiado ruido, dejó sus servicios a la formación rosa para involucrarse en el partido de Albert Rivera en el 2017.

Desde la formación naranja, se prometió luchar por «la convicción de que por el futuro de nuestro país se debe luchar como un padre lucha por su hijo». Apuntaba maneras. Dejó una estancia en Leeds en la que trabajó en el Instituto Cervantes y estudió Filosofía Política y Economía, la cual tampoco terminó, mientras mantenía un escarceo político con Liberal Democrats, un partido que en los últimos comicios regionales británicos consiguió mantenerse a flote y sacar su mejor resultado en cinco años y que, ideológicamente, eran un calco de Ciudadanos.

Alvise consiguió entrar en Cs con el cargo de jefe de Gabinete de la formación en las Cortes Valencianas. Un cargo que le permitió además dirigirle las campañas autonómicas al entonces diputado regional Toni Cantó, hoy alejado de la vida política tras un breve paso por el PP. En esta etapa, le tocó la primera cruz pública: «La de algunos medios llamándote 'todófobo' o ultraderechista por defender a Israel, pedir la reforma de la Ley Integral de Violencia de Género o la mejora de la política migratoria contra quienes violen la ley fronteriza; nadie me advirtió de que eso iba en el cargo», recordaba en una entrevista con El Confidencial. Dos años después, en diciembre del 2019, dimitiría de sus responsabilidades y dejaría el partido tras la debacle electoral en las elecciones generales, en las que pasaron de 57 diputados a tan solo 10. El beso de la muerte en la frente de Ciudadanos estaba dado, y a Alvise se le radicalizaron las ideas. Momento de dejarlo.

Afinidad con Vox

El tuitero sevillano salió de Cs empeñado en que las leyes de violencia de género, la inmigración, la corrupción, y el movimiento LGTBQ+ constituían una suerte de «obstáculo» político para «arreglar» España. De hecho, las diferencias con la cúpula de la formación naranja giraban siempre en torno a estas cuestiones, que antes, según piensa, se podían discutir y «no se levantaba tanta polvareda como hoy». Todo un caramelo para otro partido que cargaba tanto contra el PSOE contra el PP: Vox.

En el momento de su salida de Ciudadanos, Alvise ya había abierto una cuenta de Twitter y su canal de Telegram, sus dos grandes vehículos para lanzar mensajes contra dirigentes políticos, activistas y personajes públicos de todo signo y color, una estrategia a la Trump que captó la atención de los dirigentes de Vox. Con su nuevo empleo como consultor político independiente, Santiago Abascal, líder de la formación verde, se interesó por su trabajo y trató de convertirlo en la punta de lanza digital de Vox, aunque el ahora líder de Se Acabó La Fiesta nunca llegó a afiliarse a los verdes. El propio Abascal dijo que era «el mejor analista que había conocido nunca» y le consultaba con frecuencia.

Comenzaron los bulos. La polémica en el confinamiento sobre el posible efecto adverso sobre las vacunas de la covid 19 pusieron nervioso a Juan Luis Steegmann, el médico y exdiputado que recientemente dejó la formación verde y que siempre se opuso al mensaje antivacunas en el seno del partido. El doctor empezó a cargar severamente contra el tuitero, y este respondió. «Una persona capaz de exigir la vacunación obligatoria a niños, recomendar pagar hasta un 40 % más a Pfizer tras haber cobrado de esa misma farmacéutica, criticar que se hagan ensayos que retrasen inyectar a niños de 12 a 15 años sin conocer efectos secundarios, amenazar o hasta insultar y vejar a dignos miembros de Vox que tan solo le criticaban su postura como diputado… no me parece 'alguien digno'», escribió en Telegram.

La fama de Alvise se fue catapultando, y en la dirección de Vox vieron que el provocador ultra conseguía una legión de seguidores: 478.000 suscriptores en Telegram, más de 800.000 en Instagram y 81.000 en Twitter hasta que le cerraron la cuenta por difundir bulos. En Vox consideraban que su hasta entonces ciberadalid podría quitarle votos y fragmentar aún más el espacio de la derecha. Con las relaciones tensas y el miedo a una pérdida de fuerza, los caminos se partieron, con malos sabores de boca para ambos y las simpatías rotas.

Casos judiciales y medios

Alvise tiene en su haber una gran cantidad de mensajes contra el sistema, los medios y los inmigrantes. «Hay que destruir el sistema y construirlo desde cero». «Cada vez hay más inmigrantes ilegales que no sabemos si son violadores». «Periodistas, furcias mediáticas de la información». «No somos ultras. Somos patriotas hartos de los partidos políticos». Son algunas de las perlas que el sevillano ha dejado en sus entrevistas. Pero su «lucha» no se queda en la política ni en las redes, también han llegado a los tribunales con no muy buenos resultados para él.

En el 2020, en plena pandemia, el líder de Se Acabó La Fiesta denunció que la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, había recibido en su casa un respirador a título personal «para evitar acudir a un hospital público y hacer cola como el resto de españoles». La dirigente de Podemos denunció el caso, y un juez de primera instancia de Madrid condenó al sevillano a pagar 5.000 euros al considerarle culpable de un delito de intromisión del derecho al honor. Un año después, durante las elecciones catalanas, acusó al exministro de Sanidad y entonces candidato del PSC a presidir la Generalitat, Salvador Illa, de haber dado positivo en campaña con una falsificación de una PCR, lo que llevó al partido a presentar una querella contra el tuitero. La Fiscalía de Barcelona describió en su acusación que «el supuesto resultado diagnóstico había sido íntegramente confeccionado por el denunciado», y el propio Alvise admitió en el juicio que difundió la PCR sin comprobar su autenticidad. Aún se espera el resultado del juicio.

En el 2022, perdió también un juicio contra el exministro de Transportes, José Luis Ábalos, por sacar fotos del dirigente socialista en su residencia privada e insinuar que padecía alguna enfermedad mental, por lo que fue condenado a un pago de 60.000 euros. Sin embargo, en septiembre del 2023, la Audiencia Provincial de Madrid decidió anular la sentencia por errores formales en el proceso y llamó a repetir el juicio. Esta misma Audiencia fue también la que condenó a Alvise a pagar 10.000 euros a la periodista Ana Pastor por considerarlo culpable de intromisión ilegítima de su derecho a la propia imagen al haberla fotografiado también en un ambiente de intimidad. 

Un saco de denuncias y sanciones, una comunidad al alza que arrojaba contra la «corrupción del sistema» y un aura autoimpuesta de mártir y mesías a partes iguales le llevaron a formar Se Acabó La Fiesta. Pero para este ultraderechista, que también ha estado presente entre agitadores en las manifestaciones frente a la sede del PSOE en Ferraz y en las manifestaciones convocadas por el PP en la plaza de Colón, parece que la fiesta no ha hecho más que empezar con un resultado sorpresivo: tres diputados. Los mismos que Sumar, uno más que Podemos. Sin programa, sin publicidad y sin grandes actos de campaña. solo un teléfono móvil.