Sánchez, el doble rasero y los delincuentes confesos

ESPAÑA

Pedro Sánchez, en un mitin en Ourense en el año 2015
Pedro Sánchez, en un mitin en Ourense en el año 2015 Santi M. Amil

19 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si Pedro Sánchez se aplicara a sí mismo el rasero que le impuso a Isabel Díaz Ayuso el jueves por la noche, exigiendo su dimisión por tener una relación con un «presunto delincuente confeso» —no condenado aún, por cierto—, tendría que ir preparando ya su discurso de despedida. Si da por buena la culpabilidad de la presidenta madrileña «por lucrarse» de las supuestas irregularidades fiscales de Alberto González Amador cuando aún está abierta la fase probatoria, en la Moncloa habría que ir preparando el camión de mudanzas, porque en una situación similar se encontraría el líder socialista: Begoña Gómez se encuentra imputada por dos delitos —tráfico de influencias y corrupción entre particulares— y a la espera de un tercero, el de apropiación indebida del software de su cátedra, también bajo sospecha, en la Complutense.

A mayores, Sánchez tiene a un paso de la imputación a su número 3 en el partido, José Luis Ábalos, el conductor del Peugeot con el que afrontó la reconquista de la secretaría general del PSOE y el muñidor de la moción de censura con los separatistas «por el hedor de la corrupción del PP». De los primeros documentos de la investigación de la trama del exministro de Fomento se desprende comportamientos que deberían haber sido supervisados, cuando no autorizados, por el presidente del Gobierno.

Pero, más allá de musitar un tímido lo siento en la sesión de control del miércoles, Sánchez ha optado por el enemigo exterior para polarizar aún más la sociedad y evitar deserciones en su entorno. Ya no basta con los insultos a los jueces y las amenazas a la prensa con la intervención para apagar los ecos de quienes le piden la ejemplaridad que le reclamaba a Rajoy. Las críticas se han extendido incluso a barones socialistas que siempre le apoyaron y que no entienden que, ocho meses después de estallar el caso, el único argumento de defensa sea que todo son bulos y ataques personales.

Los delincuentes confesos con los que Sánchez evidencia su doble rasero y no tiene ningún problema en relacionarse, e incluso defenderlos, están a la vista de todos, más allá del juicio moral que a cada uno le pueda suscitar. Por ejemplo, no ha tenido problemas en darse la mano sonriente con Mertxe Aizpurua, portavoz de Bildu y condenada por apología del terrorismo. O en saludarse con Oriol Junqueras, condenado por sedición y malversación. A Arnaldo Otegi, dirigente de ETA en el pasado, lo considera uno de sus más fieles aliados. Y hace apenas seis meses, el líder socialista buscaba fecha para hacerse la foto con Puigdemont en cuanto la amnistía fuese una realidad. La espera sigue, pero, mientras, su ahora número 3 en el partido, Santos Cerdán, peregrina todos los meses a Suiza para suplicar el apoyo de los golpistas catalanes a sus Presupuestos y evitar el fin de la legislatura.