El misterio del cuádruple asesinato en el cayuco

José María Rodríguez LAS PALMAS DE GRAN CANARIA / EFE

ESPAÑA

Decenas de inmigrantes, a su llegada en cayuco al puerto de La Restinga, en El Hierro.
Decenas de inmigrantes, a su llegada en cayuco al puerto de La Restinga, en El Hierro. Gelmert Finol | EFE

Cuatro hombres fueron torturados y arrojados por la borda porque los patrones creían que eran vampiros

09 mar 2025 . Actualizado a las 19:07 h.

Es el expediente del cayuco 223 bis, el código asignado por la policía a la embarcación con 207 ocupantes a bordo que llegó el pasado 3 de noviembre a El Hierro, donde recibió una asistencia casi rutinaria en el muelle de La Restinga hasta que los sanitarios descubrieron que un hombre tenía «una herida punzante en el tórax». En el parte de la asistencia aparece con esas palabras. ¿Fue una puñalada en el pecho? La Guardia Civil está convencida de ello, pero detrás hay una historia más complicada: la de cómo un delirio provocado por tres días de poco sueño y dura travesía convirtió a un hombre en el chivo expiatorio de la superstición de los patrones del cayuco, azuzada por consejero espiritual tribal, un marabú.

En realidad, lo ocurrido en esa travesía no llegó a oídos de las autoridades españolas hasta tres semanas más tarde, cuando la Guardia Civil supo que dos emigrantes senegaleses que residen en España habían viajado a Tenerife en un busca de un familiar que se había embarcado en un cayuco el 28 de octubre en Bassoul (Senegal). Esas dos personas tenían noticias de que el cayuco había llegado a El Hierro el 3 de noviembre, pero sin su pariente. E hicieron esta denuncia ante los agentes: algunos compañeros de travesía les habían contado que los patrones del cayuco lo habían lanzado vivo al mar junto a dos personas más, tras torturarlo y humillarlo durante días.

Siete ciudadanos de Senegal, Gambia y Guinea Bissau fueron detenidos por esos hechos en el centro de Las Raíces (Tenerife), donde estaban acogidos desde su llegada a El Hierro. La investigación iniciada por el Juzgado número 2 de La Laguna, donde se encuentra el centro de Las Raíces, y continuada en la actualidad por el Juzgado de Valverde, el único de El Hierro, relata lo ocurrido en ese cayuco a partir de la declaración de varios testigos protegidos. «Una auténtica pesadilla», resumió la Guardia Civil el 29 de diciembre, el día que hizo públicas las detenciones.

Más de 200 personas a bordo

La siguiente reconstrucción de lo que presuntamente sucedió en sus siete días travesía de Senegal a Canarias se basa en documentos de esa instrucción judicial, a los que ha tenido acceso Efe. El cayuco había salido en realidad desde Gambia, pero hizo una escala al poco de partir en la vecina isla senegalesa de Bassoul, donde se subieron los testigos y al menos tres de las víctimas. A bordo iban más de 200 personas procedentes de países como Guinea, Guinea Bissau, Senegal, Gambia, Guinea Conakry, Mauritania y Mali.

Todo fue relativamente bien hasta el tercer día, el 30 de noviembre. En un océano sin referencias donde el horizonte siempre ofrece la misma estampa, cielo y olas, la desorientación de los patrones se hizo patente aquel día: llegaron a pensar que la embarcación siempre estaba en el mismo lugar, aunque navegase. Convencidos que los retenía una especie de maldición, buscaron a bordo el foco de su mala suerte, el supuesto espíritu que lastraba la navegación. «Un vampiro», recuerdan haber oído los testigos.

En la «caza de brujas» que siguió (la expresión es de la Guardia Civil), todavía dormido o recién despertado, un joven senegalés de 23 años tuvo la desgracia de gritar palabras incoherentes. Era solo un delirio de estrés y el cansancio, por la dureza del mar. Sin embargo, a los patrones y los hombres que les ayudaban a gobernar el cayuco les pareció la señal que buscaban. Lo maniataron, lo golpearon e incluso le infligieron heridas de machete.

Al día siguiente, 31, el muchacho había recibido ya tal paliza, que dos hombres intentaron interceder en su favor: eran su hermano y un amigo de su mismo pueblo, que se desvivieron por hacer ver a los patrones que solo eran delirios de un chico agotado. Fue su desgracia: esa noche también acabaron maniatados y torturados. Y se sumó poco después a ellos una cuarta víctima, uno de los muchachos de etnia fulani que iban a bordo, cuyo infortunio fue que un marabú que viajaba a bordo lo señaló como otro vampiro.

No pasaron de la noche siguiente. Según los testigos, al chico de los delirios lo estrangularon y arrojaron su cuerpo al mar. A su hermano, a su amigo y al joven fulani los condujeron hacia un extremo del cayuco y los empujaron al agua, vivos y maniatados.

Uno de los testigos asegura que presenció toda la escena. Los otros solo vieron a los patrones llevarse a las víctimas, de noche, y regresar solos a su sitio gritando: «¡Ya han saltado!».

Dos días después, el cayuco llegaba por sus propios medios al puerto de La Restinga, eran las 16.10 horas. A bordo quedaban 178 hombres, diez mujeres y nueve varones menores de edad, y se puso en marcha la rutina habitual de asistencia e identificación en tierra.

La Fiscalía de Santa Cruz de Tenerife ya ha formulado cargos de asesinato contra tres los detenidos (los supuestos ejecutores de las cuatro víctimas), añadidos a la acusación genérica de favorecimiento de inmigración irregular que pesa también sobre los otros cuatro. Son todavía iniciales, expuestos en los escritos de apoyo a las órdenes de prisión, porque la instrucción no ha concluido.

Si el Ministerio Público los mantiene hasta el final de proceso, será la primera vez que se lleve a un patrón de una patera en Canarias ante un tribunal con cargos de asesinato; es decir, de un crimen cometido de forma dolosa y con agravantes, no de un homicidio por imprudencia, la figura que se suele utilizar cuando los ocupantes de un cayuco mueren de frío o sed durante la travesía.

Desde la defensa de uno de los detenidos dudan de que semejante acusación se pueda sostener solo con el testimonio de tres de los 207 ocupantes de la embarcación, pero sin cadáveres ni otras pruebas físicas que acrediten las muertes, como pudieran ser restos de sangre (el cayuco fue destruido antes de que se denunciara el caso).

Una de las mayores expertas del país en este tipo delitos, que ha participado en decenas de juicios contra patrones, apunta a Efe un desafío legal adicional: ¿es competente España para juzgar un crimen cometido en aguas internacionales por ciudadanos de otro país contra víctimas que no son españolas? Se ha intentado antes, incluso con bebés arrojados al océano porque su llanto molestaba al asesino, pero siempre ha sido imposible llegar con ello a un juicio, reconoce.

Desde 2009, la Ley Orgánica del Poder Judicial reconoce a los tribunales españoles la potestad de juzgar el tráfico de inmigrantes, aunque se haya cometido fuera del país, y en esa competencia se amparan los fiscales para acusar a los patrones de pateras de homicidio imprudente, si se da el caso, porque presentan siempre ese delito como una consecuencia del hecho mismo de haber favorecido la inmigración en condiciones ilegales y peligrosas.

¿Cabe aplicar lo mismo a un asesinato en aguas internacionales con autor no español y en un barco clandestino, procedente de un tercer país, sin pabellón? Llegado el momento, la respuesta la darán la juez de El Hierro y la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife.