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El alcance de la propaganda en las redes y su efecto desestabilizador en las sociedades han puesto en duda los mecanismos de viralización y de control de contenido de compañías como Facebook, Instagram o Twitter, utilizadas para influir con noticias falsas creadas por cuentas que tienen vinculación con Rusia.
02 jul 2018 . Actualizado a las 20:52 h.La ficción televisiva. Años 80. Un pueblo de Indiana, Estados Unidos. Suceden varios hechos paranormales, sin aparente explicación. Surgen las teorías de la conspiración. Apuntan, sin pruebas ni indicios, a la acción de agentes soviéticos, a Rusia.
La realidad. Finales de la segunda década del siglo XXI. Varios procesos electorales clave en democracias occidentales de primer orden concluyen con resultados tan sorprendentes que resultan chocantes, extraños. Tras los terremotos, llega el tiempo de los análisis y de las grandes preguntas. ¿Por qué? Las respuestas inmediatas son parciales, insatisfactorias, insuficientes, pero surgen varias voces que señalan en una doble dirección: hacia las cada vez más influyentes redes sociales y hacia el este, hacia Moscú y hacia el Kremlin, que habrían encontrado una nueva forma de influir en occidente publicando contenido tendencioso o falso, fake news, en Facebook, Instagram o Twitter con la intención de canalizar el descontento social para erosionar el apoyo a los candidatos del establishment.
La pista rusa no era producto de una teoría de la conspiración. ¿Qué ha pasado en los últimos doce meses después de la elección de Donald Trump? Pues que el miedo a la acción de los hackers del este provocara que en Holanda se recontaran los votos de las elecciones generales a mano. Y que durante el desafío secesionista catalán el Gobierno de España denunciara la difusión de noticias falsas como «También las Baleares en España piden la independencia», firmada por la agencia rusa Sputnik. Hay muchos más ejemplos. Y una investigación oficial en marcha en el Congreso de Estados Unidos que ha puesto en evidencia a redes como Facebook, la más utilizada del planeta.
La compañía que dirige Mark Zuckeberg ha reconocido públicamente que 126 millones de estadounidenses fueron expuestos a las publicaciones de los supuestos agentes rusos en los comicios que llevaron al magnate neoyorquino a la Casa Blanca. Una agencia con base en San Petersburgo y que trabaja para el Kremlin, la Internet Research Agency, fue señalada como el principal actor propagandista. Esta empresa tiene otro nombre en la Red, se la conoce como «la granja de trolls» de Olgino, y a ella se le atribuyen continuas acciones en procesos como el brexit o el conflicto entre Rusia e Ucrania.
Este ciberejército no actuaría solo. La resaca del triunfo de Trump ha puesto en evidencia la labor que realiza Russia Today. Este canal publico ruso que emite y publica en varios idiomas ?entre ellos inglés y español? es uno de los principales altavoces del Kremlin en el exterior desde hace varios años, pero recientemente ha sido declarado como «agente extranjero» en EE.UU. También Twitter ha tomado medidas contra él. Le prohibió promocionar sus publicaciones a través de anuncios. Y Russia Today respondió de forma feroz. Acusó a la red del pájaro azul de olvidarse de decirle al Senado de EE.UU. que habían sido ellos quienes habían invitado al canal a gastarse una gran cantidad de dinero en anuncios de la campaña electoral. Y dio en la diana.
La clave de la gran difusión y viralidad de los contenidos ?falsos o no? en las redes es distribuirlos como publicidad. Para que Facebook muestre a una gran cantidad de personas las publicaciones de una cuenta hay que promocionarlas como anuncios. Hay que pagar. Esa es la autopista que hasta ahora recorrían sin control las fake news. Los trolls rusos y otros agentes han hecho ganar mucho dinero a varios gigantes de Internet. Señalados ahora públicamente, han prometido transparencia y han anunciado medidas, pero la pregunta definitiva es: ¿Pudiendo cobrar peaje, van a bajar la barrera?
La profecía del imperio del bulo
El uso de la información falsa para influir en la economía o en la política es tan viejo como el hombre. Hay continuos ejemplos en la realidad y en la ficción. En la famosa novela de Alejandro Dumas, el conde de Montecristo completa su venganza contra un banquero ?uno de los hombres que destruyeron su vida con una denuncia falsa? sobornando a un telegrafista para que transmita información errónea sobre España. Esto es simplemente una anécdota, pero en la sociedad global e hiperconectada en la que viviremos en los próximos años la difusión de bulos puede convertirse en un problema de alcance mundial.
«España está en la misma situación que Ucrania, y Cataluña al borde de una guerra civil como la de Donbas». Por muchas medidas que se puedan tomar, fake news como esta han venido para quedarse y para ganar mucho protagonismo en los próximos años. Un informe de la consultora Gartner incluso cuantifica su alcance y señala una realidad dominada por la desinformación: «En el 2022 la información que se creerán la mayor parte de los usuarios occidentales será falsa».
La razón principal para esta predicción apocalíptica, «una amenaza para la democracia» según el parlamentario británico Damian Collins, es la importancia creciente de la inteligencia artificial (los famosos bots y chatbots), «muy eficaz a la hora de distorsionar los datos para crear información falsa», señala el estudio. Gartner muestra especial preocupación por la posibilidad de que los bulos puedan provocar catástrofes bursátiles o terremotos electorales.
El informe señala a las redes sociales mayoritarias. No solo a Facebook y a Twitter. También a Youtube, Instagram, Snapchat, Pinterest... Y es que el fenómeno de los «hechos alternativos» va más allá de las noticias y afecta a todo tipo de contenidos, en especial a los vídeos y a los nuevos servicios de consumo que van a emerger, como las búsquedas visuales y a través de asistentes de voz.
En los próximos años la intervención de los agentes rusos y otros elementos disruptores pasará a un segundo plano. La batalla por los bulos la protagonizará la inteligencia artificial. Será un duelo de Bots contra Bots. Unos intentarán difundir contenido falso de forma masiva. Otros tratarán de frustrar su viralización e intentarán impedir que lleguen a los timelines de los usuarios o que afecten a la reputación de marcas y Estados.
En este combate tienen mucho que decir los propietarios de las redes. La principal incógnita reside en si serán capaces de dotarse de medidas efectivas para responder de forma rápida a través de la acción humana o de la inteligencia artificial. Hay numerosos ejemplos de patrañas que han llegado a millones de personas y desmentidos que solo alcanzan a un porcentaje muy inferior, como aquel que decía que el papa Francisco había respaldado a Donald Trump como candidato.