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Es letrado de Colón Abogados, en Vigo, y publica en el blog del bufete su análisis de la batalla legal de los autores frente al «streaming» (retransmisión en vivo de contenidos en la Red). Sigue atento la estrategia de las plataformas Spotify, Netflix, HBO, Facebook Live o YouTube.
02 jul 2018 . Actualizado a las 19:49 h.Pablo Doallo (Nigrán, 1992) es abogado de Vigo especializado en derecho mercantil y administrativo. Se graduó en Derecho en la Universidad de Santiago en el 2014 y es máster en Derecho Internacional de los Negocios por la Universidad de Tilburg (Países Bajos). Es miembro del equipo de Colón Abogados & Asesores Tributarios desde el 2015. Hace un mes publicó el artículo Nuevos modelos de negocio (I): Plataformas de contenido en streaming en el blog del bufete, donde examina un pleito millonario contra Spotify. «Estamos presenciando un cambio radical en el acceso al contenido multimedia y, por ello, en el paradigma de los sectores musical y audiovisual», dice.
-¿Cómo surgió la idea del blog?
-Toma cuestiones jurídicas y hace labor divulgativa. En este caso, mi idea era empezar una nueva serie en relación al Derecho y las nuevas tecnologías. Esta fue la primera entrega y habrá más. Quería hacer algo en relación con el bitcoin, todos los servicios de Adserving y las estructuras que hay. Es algo que se desconoce y que nos afecta mucho porque cada vez que enciendes el Candy Crush y te aparece un anuncio, hay que saber que está ahí por un motivo.
-¿Cuál es el nicho legal del streaming?
-En primer lugar está la legislación sobre propiedad intelectual, que afecta a la relación entre la plataforma y sus proveedores de contenido. Estas serían normas aguas arriba pero también existen normas aguas abajo, que afectan a la relación con el usuario de la plataforma. Es el caso de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información que regula los servicios a través de Internet. Un tercer conjunto de normas cobrarían importancia en los servicios gratuitos, pues puede ser relevante, ya que si este se financia con anuncios insertados en la plataforma será de aplicación la legislación publicitaria. Por otro lado, las normas sobre protección de datos personales van encaminadas a prevenir abusos en el tratamiento de la información que la plataforma obtiene de sus usuarios, tremendamente valiosa para la compañía. Y cada vez que un usuario accede a una unidad de contenido, todo el mecanismo de protección y cesión de los derechos se pone en funcionamiento.
-¿Qué batallas legales se dirimen?
-Wixen Music Publishing, Inc, una compañía californiana que administra derechos de autor, acaba de interponer frente a Spotify una demanda por infracción de ciertos derechos de propiedad intelectual de sus artistas. Pide una indemnización por daños de 1.600 millones de dólares. Ensombrece el interés de Spotify en entrar en Bolsa y muestra las dificultades para las plataformas de streaming. El sistema se complica exponencialmente, pues su unidad de contenido es la canción, y mientras las plataformas de cine y televisión ofrecen unos cientos o miles de unidades, esta plataforma alberga 30 millones de piezas. Además, los derechos de autor o royalties que la compañía paga a los titulares de propiedad intelectual difieren según el país, artista y sello discográfico, y dependen del tipo de usuario, pues las escuchas premium son más valiosas.
-¿Qué alega Spotify?
-En otra demanda similar presentada en el 2016 alegó que no disponía de la información necesaria para discernir qué pagos eran procedentes y cuáles no, ya que carece de una base de datos centralizada con información sobre todos los derechos de propiedad intelectual. Es consciente de la complejidad del problema y ha optado por explorar varias vías de solución, lo que incluye la reciente adquisición de Mediachain Labs, una startup orientada a la tecnología blockchain, la que soporta el bitcoin. Esta compra es clave. Permite que el envío de datos se realice de forma segura y podría facilitar una automatización completa de los efectos económicos de los contratos de cesión de derechos. Sospecho que la idea de Spotify al invertir en blockchain es hacer un contrato por cada canción que baje el usuario. Pero aún tendrán que madurar los smartcontracts.
-¿Hubo problemas con la piratería?
-Una gran parte de la litigiosidad en materia de streaming fue consecuencia de la
proliferación de portales en la red cuyo fin es la retransmisión, sin autorización, de obras protegidas. En Europa es la jurisprudencia, tanto nacional como del TJUE, la que ha ido perfilando el concepto de comunicación pública, la excepción de copia privada y, en general, los límites que han de respetar los receptores de contenido.
-¿Por qué este auge del «streaming» ?
-Está ligado al descenso de las descargas ilegales, hoy nadie graba un cedé. Vemos que el streaming en la música supera la mitad de los ingresos pero se mantiene el canon por copia privada cuando esta va a desaparecer. España no es que vaya rezagada, pero está pendiente del reglamento y la directiva de la UE. Seguimos manejando las mismas instituciones que hace cien años y la tecnología cambia cada vez más.
-¿Qué valor tiene hoy la creación?
-Necesita de una protección exquisita por parte del ordenamiento jurídico. Todos los avances científicos, literarios o artísticos se basan en mayor o menor medida en lo que ha habido anteriormente.
-Yo subo una foto a Instagram o Facebook, circula por ahí y no cobro nada.
-No lo había analizado desde ese punto de vista del usuario, pero una cosa es el valor que tenga la creación en sí y otra que el autor pueda disfrutar de los derechos que genera. Cuando entro en Facebook, ya estoy pactando que de lo que yo suba me desentiendo y no voy a tener acceso a beneficiarme del valor económico. A lo mejor, te beneficias en mayor visibilidad.
-¿Dónde está el valor de Spotify?
-La difusión masiva genera un mayor riesgo de infracción de derechos y necesita una exquisita protección legal, que es cuestión de política legislativa y de iniciativa de estas empresas. Puede pensarse que mantener modelos de protección intelectual muy restrictivos favorece a los autores, pero en el streaming existe una innovación no tanto en el contenido sino en la forma de acceder a las creaciones. Spotify permite el acceso de millones de personas a una cantidad infinita de canciones que no podrías escuchar en toda tu vida, hacer listas de reproducciones y compartirlo en las redes sociales. Y la industria mide los gustos musicales. Es una innovación y un valor que no hay que desdeñar.
-¿Actuará la SGAE?
-Quizás un inspector empiece a ver que en los locales se pone Spotify y quiera cobrar. El dueño ya paga a Spotify pero la SGAE replicará que en un bar hay comunicación pública. Como pasó con las bodas.