La larga lucha de la integración

Francisco Varela

FERROL

Más de 200 familias gitanas conviven sin problemas en el barrio de Caranza tras dos décadas de labor social callada de los vecinos, de las instituciones y de ellos mismos

06 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

David recuerda que cuando era niño había zonas de Caranza «que me daba miedo pasar». Ahora, doblados los 30 y con una familia formada, dice que el barrio es otra cosa, mucho mejor que otros de Ferrol. Pero no es un payo, sino un gitano de pura cepa, trabajador de una empresa de limpieza y muy orgulloso de sus orígenes. Es un producto de las más de dos décadas de labor callada de integración desarrollada en el barrio más populoso de la ciudad. Hoy viven más de 200 familias en medio de otras payas y pocos recuerdan ya aquellos comienzos de la larga lucha iniciada por militantes obreros y católicos de izquierda como el cura Cuco Ruiz de Cortázar, ya fallecido, y que da nombre a la asociación vecinal. Aquel compromiso histórico, recuerda José Graña, uno de sus protagonistas, se canalizó a través de una comisión integrada por técnicos en vivienda de la Xunta, la asociación vecinal y el Concello. El asesoramiento del sociólogo Marco Marccioni imprimió una concepción nueva a esta labor, alejada de los métodos caritativos tradicionales y culminó con el prestigioso premio Reina Sofía que concedió Cruz Roja, hace cerca de dos décadas.

Aunque este bagaje ha recibido un jarro de agua fría con los conflictos de tinte racista surgidos en A Coruña y Pontevedra por el realojo de chabolistas gitanos. La asociación vecinal de Caranza no ha conseguido que alguna de las familias integradas accediese a salir en una foto para esta crónica. Quico Bustabad, otro de los protagonistas originarios de estas tareas, rememora con una sonrisa de satisfacción aquellos tiempos cuando, megáfono en mano, tuvo que hacer frente a serios problemas de convivencia que no estaban originados, precisamente, por gitanos. La célebre narco Toñita y otras familias conflictivas que alteraban la convivencia eran payos.

Las claves

Otra de las claves, asegura Graña, fue alojar a las familias gitanas en régimen de alquiler, asignar un trabajador social para su seguimiento, y hacerles participar en las comunidades vecinales, siempre en edificios mixtos payos/gitanos. Y dureza en el cumplimiento de las normas para unos y otros. De hecho, durante los últimos desahucios, los expulsados de los pisos por impago o mala convivencia fueron de ambos sectores, pero la mayoría no eran de etnia gitana. «Hay que actuar sobre el conflicto y no sobre la etnia», insiste Graña. Eran tiempos, todavía cercano el 23-F, en que había muchas fuerzas reaccionarias interesadas en hacer fracasar cualquier iniciativa social democrática, recuerda Bustabad. La integración es un signo distintivo de la Caranza actual.