A moro muerto, gran lanzada. Qué espectáculo magnífico de arrojo, de valentía, de coraje, de hombría, en una palabra, de exhibición de pelotas bien puestas (duos habet e bene pendentes, ya saben), la de ese aguerrido y selecto grupo de cargos del PP vociferando ante la sede de la Sepi en Madrid. Coreando consignas como sindicalistas, como obreros, como indignados vecinos, como cabreados ciudadanos o estudiantes o jubilados o funcionarios, ante la casa de los únicos que en este sainete están haciendo lo que les ordenaron cuando los nombraron. Esta formidable demostración de fuerza del PP de Ferrolterra pasó por alto a Montoro, a Soria (que sí corrió como un zagal hasta Argentina para salvar el culo de La Caixa en YPF pero se desentiende de una empresa pública como Navantia) y hasta de Rajoy. Pero volvieron satisfechos de la hombrada, que es lo que contarán a sus nietos: una vez, hijo mío, como los espartanos en las Termópilas, nos fuimos a la capital y le cantamos las cuarenta al bedel del ministerio; te puedo asegurar que lo abochornamos; qué tiempos aquellos. Por cierto, si el PP ningunea y humilla tan clamorosamente a sus colegas más conspicuos, ¿qué nos quedará al resto? ¿Secundar las convocatorias del PP para protestar contra la política del PP? ¿A qué juegan? Porque, a la vista del éxito del comando de la bufanda, ¿de qué nos sirve a los ferrolanos haber entregado todo el poder municipal, provincial, autonómico y estatal a un único partido o, tal vez, partido único? ¿Para que se rían de nosotros otra vez?