Tambores

José Varela FAÍSCAS

FERROL

06 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El oído musical de los melómanos es extremadamente fino. Su sensibilidad percibe señales transmitidas por ondas de una longitud que queda fuera del espectro sensorial común. Un delicado y meticuloso aficionado comentó al término del recital de Ainhoa Arteta que, mientras escuchaba en el patio de butacas del nuevo auditorio de Ferrol llegó a percibir ecos extraños, ruidos que le recordaban el repiqueteo de baquetas sobre los aros de un tambor Premier. Tan pronto como la soprano guipuzcoana atacaba un agudo, como un fogonazo de origen desconocido, llegaba el tableteo, que se transformaba en redoble cuando la diva descendía a los graves. Pero lo peor era cuando la voz encerada y sin fisuras de la intérprete caía en un pianissimo. En ese momento, la perturbación acústica adoptaba la forma del temblor de los bordones sobre el parche inferior del tambor. Un fenómeno inexplicable, pero que le desgració el concierto. De regreso a casa recordó que unos astrónomos habían detectado los ecos de la inflación cósmica del big bang aventurada por el físico ruso Andrei Linde hace treinta años. Claro, arguyó, si es posible rastrear ondas producidas hace miles de millones de años, tal vez esas interferencias que malograron el recital se deban al estruendo de cornetas y tambores que el Ayuntamiento autorizó el otro día en el auditorio. Escéptico, rechazó la idea: sería como si presto mi estilográfica a un iletrado y luego me escribe a mi con faltas de ortografía. Pero los tambores... los tambores estaban ahí. Si aún le repiquetean.