El infierno está aquí

José Antonio Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

22 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay temas que tienen demasiada gravedad para esquivarlos. Además, escribir sobre ellos en un periódico es como defender una causa que consideramos tan justa como perdida. Pero el infierno en que ardió Galicia el anterior fin de semana sobrepasa la categoría de tragedia, y por lo tanto hace muy difícil encajarlo en un léxico y una sintaxis de uso normal. Además, escribe uno desconcertado porque nadie sabe lo que pretenden los que incendian los montes. Si es cuestión sólo de maldad humana, sería aún mucho más preocupante. No puedo concebir que haya personas que se coordinen para causar tanta desgracia a nuestra tierra y a su gente. Pero lo cierto es que, año tras año, los montes arden y no se logra atajar esta lacra destructiva. Los Partidos políticos de la oposición se lanzan rápidamente a la yugular del Gobierno, pero si se examinan los programas políticos de todos los que se presentan a las elecciones, comprobamos que ni unos ni otros ofrecen una política forestal rigurosa y comprometida. Y esa política, clara y contundente, es absolutamente necesaria para empezar a arreglar este gran problema.

Sabemos que los culpables de los incendios son los incendiarios, sin duda, pero hay que poner todos los medios para impedirles su criminal empeño. Y habría que empezar por algo que nos recuerda el refranero popular: vale más prevenir que lamentar. Y prevenir es quitar del monte tojos, maleza y matorral que van a arder como la pólvora cuando el sol apriete y el viento sople con fuerza.

Todo el batallón de brigadas antiincendios que se activa en Galicia durante los veranos, sumado al despliegue de cientos de soldados del ejército que los apoyan en la tarea de vigilancia y extinción, supone un gasto considerable para las arcas públicas. Podemos encontrar las cifras en cualquier periódico. Y ya vemos, año tras año, que no se consigue erradicar la plaga incendiaria de nuestros montes. Un enorme coste económico y humano que no resuelve la situación. Brigadistas de la Xunta, de los ayuntamientos, de las Diputaciones, integrantes de Protección Civil, avionetas, motobombas, personal del ejército…, un despliegue tan enorme como impotente cuando las llamas se crecen aupadas en el viento. Y pienso si no sería bueno aplicar una medida muy simple, pero que podría ser eficaz: el dinero que se gasta en pagar a los que apagan el fuego se podría invertir antes en limpiar los montes. Lo decía un paisano sensato en un reciente telediario: «Si retiramos el combustible, evitamos el riesgo de que arda». ¿Cómo hacerlo? De muchas maneras, pero yo les regalo a los políticos una propuesta razonable: en un país que tiene más de cuatro millones de parados, la tercera parte de los cuales ha agotado el correspondiente subsidio de desempleo y, por lo tanto, no cobra ya ningún tipo de prestación económica, no sería muy difícil convencer a muchos de ellos, acostumbrados a trabajos físicos en el campo o en el andamio, a trabajar en estas tareas de limpieza durante tres o cuatro meses de invierno. Con un sueldo que superara el salario mínimo, muchos trabajadores se apuntarían de buena gana a la tarea. Tendrían su nómina, su seguridad social y se sentirían útiles, que muchas veces es lo mejor que aporta el trabajo a la persona hundida en el paro. Y, al menos, empezaríamos por algo práctico: los montes estarían limpios y podríamos ya pasar a pensar en otras medidas.