Retornos

José Varela FAÍSCAS

FERROL

27 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No vuelvo a España. Vengo a España», distinguía Max Aub después de treinta años de exilio. Subrayaba así en su visita tolerada por el Régimen que la de los años sesenta no era la España que él dejó expulsado por el golpe de Estado del 36. La que se encontró era la confirmación de la derrota y el sometimiento de la sociedad civil a la dictadura. El suyo era un viaxe ao país dos ananos, en expresión de Celso Emilio, y eso que nunca llegaría a ver la Transición, que blanqueó y blindó el expolio franquista. Sin llegar a Heráclito, ni siquiera sé si es posible el regreso, volver, más allá del deseo. En todo caso, quedan casales y rueiros a los que miran con nostalgia miles de familias que un día los abandonaron buscando mejorar sus condiciones de vida y ahora un virus les recuerda, endulzado por la nostalgia, aquel pasado. Desde luego, muchos de los edificios están deteriorados por el abandono, cuando no derruidos o con alguna pared maestra en pie como vestigio de lo que fue. La pandemia ha puesto en valor vetustas propiedades rurales, hasta el punto de que menudean los proyectos de rehabilitación en toda Galicia, muchos perceptibles en Ferrolterra. Parece tratarse de un movimiento de más calado que la simple moda superficial por el encanto rural. A la fuerza ahorcan, dice el refrán. Quién sabe. Un grano no hace granero, pero he visto este verano en Ponte Noval, un pequeño barrio de la ortegana Mera, un ajetreo más intenso que otros veranos. Los jóvenes convirtieron en lugar de encuentro un antiguo colmado, con el mostrador y los anaqueles de antaño, cerrado desde hace decenios. Es un grano, sí, pero querría imaginarlo como indicador de un cambio de tendencia.