Mi condición de profesor jubilado no consigue que los problemas de la Educación en nuestro país dejen de preocuparme. Esta profesión, como algunos sacramentos, imprime carácter y, aunque alejado de las aulas, uno sigue viviendo los problemas educativos, siempre muchos e importantes. Ahora mismo, ahí está la ley Celaá… con la mitad del Parlamento en contra. Y mientras tanto, un nuevo informe de la IEA nos vuelve a dejar quedar mal en el panorama europeo: en Ciencias y en Matemáticas (las materias evaluadas) nuestros niños de cuarto de Primaria están once puntos por debajo de la media de los de su misma edad en la UE. Al nivel de Serbia y Eslovaquia, muy lejos de las naciones punteras europeas.
Esto sucede en el campo de las Ciencias, pero podemos imaginarnos lo que puede ocurrir en las asignaturas de Letras. Hace unos días leíamos en la prensa que los alumnos que estudian en Cataluña aprenden una Historia de España distinta a la del resto de autonomías. Mientras que en las demás regiones se dedica buena parte del curso a enseñar sobre los íberos, los visigodos, el Al-Andalus, la Edad Media, los Reyes Católicos, los Austrias o los Borbones, allí se habla (y se inventa lo que haga falta) de Cataluña. Además, el nombre de España es sustituido sistemáticamente por Castilla o la Monarquía hispánica, mientras que se habla de los Países catalanes o de su supuesta independencia. En definitiva, se da una visión sesgada y manipulada sobre la historia de nuestro país, ignorando todo aquello que nos une a los españoles por formar parte de un territorio desde hace seiscientos años. Y lo grave es que a ello contribuyan grandes editoriales españolas, que hacen versiones distintas de la historia de España según sea para vender sus libros en Cataluña o en Castilla, sin importarles el daño educativo que eso conlleva.
Y como esto no ocurre solo en Cataluña, sino que se da, aunque con menos descaro, en otras comunidades autónomas, es fácil imaginar el lío que se harían los alumnos españoles en un examen de Historia de España, único para todos… Desde hace años hay entre la izquierda la idea absurda de que contar la historia de España es algo reaccionario, mientras que relatar la de cualquier comunidad autónoma es progresista. Pero no hay una historia retrógrada y centralista, y otra progresista y autóctona. Solo hay la que nace de la investigación rigurosa de hechos pasados, y ahí no caben leyendas de pueblos heroicos, siempre sojuzgados por un enemigo exterior. La Historia es algo mucho más serio, que nos ayuda a saber de dónde venimos y a entender la actualidad. Desde la época del griego Herodoto, el primer historiador, que nos hablaba de lugares legendarios y hechos misteriosos (aunque siempre procuraba buscar explicaciones sensatas a lo que parecían prodigios) han pasado 2.500 años. La Historia es conocimiento y voluntad de comprender nuestro presente a través de nuestro pasado colectivo. Lo que no puede ser es propaganda ni instrumento al servicio de unas ideas políticas. Esto lo sabemos muy bien los de mi generación, que hemos estudiado en la escuela una Historia de España contada por la retórica franquista. En los años 60, algunos historiadores, como Vicens Vives o Pierre Vilar, acudieron al rescate de la objetividad y logramos entender ciertas cosas. Si hoy vieran esta manipulación que se está llevando a cabo en distintos lugares de España, pensarían que su trabajo y su decencia profesional habían servido de bien poco.