
«Como dice el Papa -señala María Ángeles Losada-, en un mundo globalizado no hay lugar para la indiferencia». Y añade: «A veces nos cuesta demasiado ser solidarios, sobre todo con los que no vemos, con los que están más lejos».
-¿Y es posible cambiar eso?
-Es posible cambiarlo si todos tomamos conciencia de que no estamos solos en el mundo, y de que no podemos abandonar a quienes más sufren. El hambre desaparecería si todos nos comprometiésemos a defender el bien común. Deberíamos preocuparnos más por los que sufren, vivan en el país que vivan. ¿Nos preguntamos, por ejemplo, por qué están llegando tantos inmigrantes a nuestras costas? ¿Reflexionamos sobre lo que está pasando en los países de quienes huyen de su tierra buscando un lugar mejor?
-Detrás de cada refugiado hay un drama.
-Por supuesto. Los inmigrantes se juegan la vida, dejando atrás su tierra y a los suyos, porque no les queda otro remedio. Quienes llegan a nuestras costas vienen huyendo del hambre, de la guerra, de la enfermedad, de las persecuciones...
-Ustedes trabajan en estrecha colaboración con las órdenes religiosas misioneras. ¿Cómo valora la labor que hacen?
-La suya es una labor excepcional. Nosotros colaboramos con todas las órdenes religiosas que tienen actividad misionera, sin distinciones, porque lo que hacen todas es extraordinario, y porque en Manos Unidas le damos mucha importancia a fomentar proyectos en los que están implicadas las personas que se encuentran allí, en los países en vías de desarrollo, sobre el terreno. Conocer la realidad sobre la que se actúa es fundamental. Lo que hacen los misioneros españoles por el mundo es impagable.