Quien anda, anda el tiempo

Gustavo Adolfo Garrido

FERROL

EDUARDO PEREZ

Ramón Loureiro, Premio Julio Camba de Periodismo, cumple 25 años en el mundo de la literatura

23 abr 2021 . Actualizado a las 22:47 h.

Me van a permitir que consuma esta generosa invitación en hablarles de Ramón Loureiro y sus 25 años en el mundo de las letras, en celebrar su cuarto de siglo como escritor. Antes de nada debo ser sincero y advertirles que conozco a Ramón Loureiro y le trato, por lo tanto no seré objetivo ni imparcial —¿quién lo es?—, soy amigo suyo. Le conozco desde Las galeras de Normandía, o mejor dicho, desde dos años antes de aquella edición. Acababa yo de leer la versión original en gallego y justo coincidíamos en Mariñán, en una de las convivencias de los Diálogos Literarios de la Fundación Carlos Casares, inolvidables en tantos sentidos. Quince años no es mucho, la verdad, y aunque mucho en casos de amistad nunca es suficiente, me hubiese gustado conocerle unos cuantos años antes. Sea como fuere, desde entonces siempre que me acerco a Ferrol aprovecho para disfrutar de su compañía y de sus historias, porque Loureiro es un magnífico conversador, como suelen serlo los buenos escritores, y como ellos sabe escuchar generosamente y tirar del hilo de tus opiniones. Confieso que durante un tiempo he lamentado que no hubiese continuado la saga de Escandoi en la lengua que, en el fondo, la sostiene, pero después de León de Bretaña y, sobre todo, desde El lejano reino de la Vía Láctea he visto la generosidad y el esfuerzo desplegados por Loureiro para llevar a las letras españolas su parcela de trasmundo, ese rico universo paralelo que a los gallegos y a pocas culturas más nos fue dado conocer. Porque no es cierto que Ramón Loureiro habite entre los muertos, como se ha titulado erróneamente; al contrario, Loureiro habita entre los vivos —vaya que si habita—, les observa, conoce y analiza; sabe de sus andanzas y sus mañas y lo narra con gracia en tertulia. Loureiro escribe sobre los vivos y su reflejo, sobre el patrimonio inmaterial que heredamos a pesar nuestro y que de manera inconsciente reflejamos. Escribe, por lo tanto, y anda sobre el tiempo. Si se fijan en sus textos, el espacio se desvanece, o se olvida, y los personajes, vivos y no vivos, evolucionan en un frenético ir y venir entre ambas dimensiones. Lo único que permanece en el viaje del escritor es el tiempo. Loureiro se ha dado cuenta de lo apretada que está la luz entre las cosas, como nos advirtió Aliocha Coll, de quien, por cierto, he tomado la frase que encabeza este homenaje.