Víctor Filgueira: «Abrí en Canido por el apoyo de los vecinos cuando lo pasé mal»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

FERROL

JOSE PARDO

Dejó su oficio para tomar el relevo de la mítica tienda de Geluca

27 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la frutería de Víctor Filgueira Rodríguez no se cuelga el cartel de vacaciones, sino uno que dice: «Cerrado por acumulación de horas». Este es espíritu, alegre y guasón, de una tienda que está muy vinculada al barrio de Canido. Para empezar, Víctor se quedó con un establecimiento histórico, la esquina de Geluca, hasta que el edificio se resquebrajó y hubo que derribarlo. «Fue entonces cuando compré este bajo, realmente me trasladé a unos metros», explica detrás del mostrador en el número 87 de la calle Alegre, casi al lado del De Tapas. Lo habitual es verle en compañía de compradores y de algún que otro vecino de cháchara. Como otros días, este viernes entra un niño pequeño escapado de su madre a por la chuche, el premio de un tendero que también es electricista. Aunque este oficio lo dejó hace muchos años, en una época en la que incluso estuvo embarcado y también trabajó en dos grandes supermercados.

«Ahora ya no cambio esto por nada, en especial, porque cuando trabajé para Froiz y nos echaron la gente se movilizó como nunca, haciendo protestas, recogiendo firmas... —dice—. Abrí en Canido por el apoyo de los vecinos cuando lo pasé mal», dice uno de esos niños que fueron los primeros en nacer en Caranza y que ahora vive en Covas, de donde llegan muchos de sus productos de huerta. Víctor ofrece una larguísima lista de víveres: de los mejores panes de la zona, a empanadas, café de Amador, vinos gallegos, quesos del Eume... Tampoco regatea en charlas. Regala el tiempo que necesite al que se acerque: «En este trabajo también haces mucho de psicólogo, porque muchas personas realmente necesitan charlar y para eso estamos», cuenta mientras uno de estos vecinos está apoyado en la puerta y va dando paso a los que llegan a por la compra. «Pasen que yo estoy por la conversación», dice con una amplia sonrisa.

«La única vez que me pongo triste es cuando me sobra producto fresco y hay que tirarlo: da tanta pena que unas fresas buenas o unas lechugas se echen a perder», explica sobre una de las contrapartidas de un negocio que lleva en solitario. Está al pie del cañón de lunes a viernes en horario de mañana y tarde (de 9 a dos y de cinco a ocho y media), mientras que los sábados abre por las mañanas.